Capítulo 37| Cartas sobre la mesa

4.9K 574 882
                                    

"Resulta que después de todo tenemos un enemigo loco y poderoso..."


E L I Z A.

Un silencio sepulcral había invadido el comedor mientras los cinco demonios, mi amigo el brujo dramático y yo, la humana despistada, nos sentamos en silencio en la mesa observando al joven de aspecto enfermizo que estaba sosteniendo una bolsa de fríjoles congelados contra su cara magullada.

Lo primero que hizo Vidian fue detener la hemorragia, así que en esos momentos el rubio se encontraba sin camiseta y con el brazo vendado hasta por encima del hombro. Tenía una buena contextura física, su musculatura vaya que estaba presente. Resultaba un poco más grande que Vadrik aunque no tan musculoso y gigante como Lío y Kalev. Era un muchacho guapo, de eso no había duda pero toda la confianza que sentía al intentar entablar conversación con él, se evaporó de mi sistema en cuanto Lío dijo que no era nada más ni nada menos que un Ángel.

Un Ángel.

Exhale un poco de aire intentando calmar el fuerte sentimiento de inquietud y apreté el peludito pero pequeño cuerpo de Bambi entre mis brazos. Al parecer la cachorrita del Infierno había percibido mi incomodidad y en cuanto me senté, ella se subió a mi regazo y mantuvo su mirada fija en el rubio maltrecho como una firme advertencia en que si me dirigía la mirada por más de cinco segundos le mordería la garganta. Supongo que las mascotas en verdad se parecen a sus dueños. Pensé riéndome internamente al ver cómo Lío se sentó a propósito al lado del rubio y lo miraba con cautelosa atención.

Un bendito Ángel.

Volví a suspirar. No puedo explicarles lo que hubiera dado en ese momento por poder llamar a mi madre y decirle que tenía a un mismísimo hijo bendito del señor sentado frente a mí. Lo más seguro es que le hubiera agarrado un patatús por la emoción para luego desmayarse en el acto, tal y como haría Belén, la madre de Toby, si le dijeran que Chayanne estaba de visita en el pueblo. En resumen, he de decirles que mi madre era toda una army de los Ángeles. Se sabía todos sus nombres, todas sus categorías y funciones. Pasé toda mi vida escuchándola alabar a esos seres divinos así que es fácil de entender que una vez que tuve a uno de ellos frente a mí... pues fue algo shockeante. Aún más luego de escuchar a Lío narrarnos la extraña historia del Ángel sin memoria que lucía exactamente como Ross Lynch y que había intentado matarme como un desesperado intento de conseguir la ayuda de Lío y poder recuperar su gracia angelical.

Sep, con esa historia muy fácilmente podría pasar por un paciente fugitivo de un psiquiátrico, pero allí, en el departamento de soltero del Duque del Infierno que compartía junto a los hijos del diablo, su historia no nos sonó en absoluto como algo descabellado. Ajam... supongo que en algún punto nos tomamos la competencia con los Locos Adams como algo verdaderamente personal.

— Lío, ¿Cuán seguro estás de que él es el tío Rafael? — cuestionó la pequeña Apocalipsis mirando con perspicacia hacia su supuesto tío.

Por su parte, el susodicho se mantuvo en silencio mirando el suelo con una gran timidez. Desde que lo ví regresar con Lío, no podía evitar sentir pena por él al verlo comportarse más cohibido que un niño en su primer día de kinder.

Lío suspiró con frustración y se cruzó de brazos antes de dejar caer su fornida espalda sobre el respaldo de la silla de manera desganada. Lucía ciertamente reacio a dar más explicaciones pero al tener el peso de nuestras miradas, el demonio sabía que no podía evitarnos para siempre.

— La última vez que ví al pollito desplumado fue exactamente hace tres años. — lentamente su gélida mirada aterrizó sobre la cabeza rubia de la copia de Ross Lynch. — Y aunque suene tremendamente disparatado, este saco flácido y debilucho de Rafael comandó el ejército de ángeles que me condenaron a estar encadenado al suelo del Averno.

Lo que nos pasó por tontos (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora