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Estando sentado en su oficina contemplando todo el dinero que tenía esparcido en su escritorio, era un vicio para él. Sostenía un vaso de cristal que contenía coñac, ese licor que tanto le gustaba a Jungkook y lo hacía sentir poderoso y suficiente hacia los demás.

La diferencia era que todo el dinero estaba limpio y lo había obtenido de su negocio: un restaurante. Ese mismo restaurante el cual Hana había dirigido toda la construcción con ayuda de sus trabajadores quienes estaban tan emocionados de poder haber construido una de las mejores franquicias que había en Busan.

Había pasado alrededor de un año en donde Hana y Jungkook tomaron un rumbo de vida diferente. La pelirroja ahora era directora de la empresa en Washington que la controlaba a distancia. Ambos tenían buenos ingresos en su cuenta bancaria que aumentaba cada semana al hacer el conteo de todas las ganancias y de ahí se administraban el dinero entre los gastos fijos de la casa donde vivían, el sueldo de los empleados, una que otra deuda que tenían vigente, entre otros aspectos que había que cubrir.

Pero el dinero era limpio, eso a Jungkook le gustaba. El dinero no tenía sangre de por medio y eso a Jungkook le gustaba. El dinero no conllevaba con la muerte de otras personas, eso a Jungkook le encantaba. Y aún así, ellos disfrutaban de su felicidad todos los días como el primero. Se amaban tanto, que la envidia en otra personas estaba siempre activa, pero ellos siempre encontraban la manera de hablar para arreglar las cosas.

A pesar de las peleas, se reconciliaban y todo el afecto entre ellos se volvía más fuerte, más estable, más inquebrantable. Eso era una motivación para seguir adelante por lo que los arrepentimientos no existían.

En múltiples ocasiones olvidamos lo que es sentirse feliz por un largo periodo de tiempo que cuando experimentamos alegría incluso llegamos a pensar que todo es irreal y que algo pudiera estar por pasar. Esos eran los sentimientos de Jungkook y Hana. Todo marchaba a la perfección, las piezas del ajedrez estaban fijas en su posición en el tablero y nada era felicidad momentánea, era permanente o eso pensaban ellos.

El pelinegro tomó una copa con vino tinto en su mano derecha oliendo el delicioso aroma de éste llevándolo a sus fosas nasales para terminar de impregnarlas con el exquisito aroma. Dio un sorbo y se deleitó con el intenso sabor a licor que quemó un poco su garganta mientras que sus oídos disfrutaban Amnesia de 5 Seconds of Summer.

Escaneó la habitación para encontrar su teléfono hasta que lo divisó en la superficie del escritorio, fue hacia él para marcar el número de Hana.

Pero antes de que presionara el botón verde para llamar, un vaso de cristal cayó al piso.

Volteó rápidamente a la dirección donde resonó el impacto, sin embargo no había nadie allí. Todo su cuerpo se tensó, sus músculos, su mandíbula, cada molécula de su cuerpo se vio afectada por el susto.

Sintió una ventisca que erizó sus cabellos al contacto.

Su corazón se aceleró tanto que pensó que podía salirse de su pecho, sus manos comenzaron a temblar además de que su respiración se agitó.

Estaba realmente atemorizado.

―¿Qué pasa? ―Murmuró para sí mismo.

Y por primera vez se adentró a todos los lugares más inhóspitos de la casa donde vivía con Hana. Aquella era de tamaño promedio pero lo suficientemente amplia para vivir cómodamente. Revisó todas las habitaciones entrando a estas a la velocidad de la luz, dio portazos, exclamó severas veces quién estaba perturbando su paz.

Después de veinte minutos, todo se quedó en un silencio sepulcral que se instalaba en su oído como un molesto mosquito. El aura pesada se aligeró y Jungkook pudo dar una larga inspiración soltando todo el estrés, miedo y la ansiedad del momento.

Angel of Death ➳ Jeon Jungkook ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora