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Tachó completamente la hoja de su apunte, manteniendo la cabeza en otro sitio debido a cierto tema previo que, aún le daba escalosfríos. Había tratado de dialogar con quien solía ser su amigo, al menos, poder acabar en buenos terminos y de paso, desligar de cualquier conflicto que pudiera existir. De ese modo, la manada seguía intacta en la Push. El problema fue que el orgullo del moreno fue tanto que no quiso verla y como no iba a estar detrás siempre, lo tomó como el fin de una linda amistad. Guardando absolutamente todo lo bueno.

Por la tarde y muy apenas estaba finalizando algunos deberes, mientras que su padre se la vivía en la cocina. ¿La promesa de estar juntos? estaba cumpliéndose con más frecuencia de lo esperado, el tiempo de calidad ya no solo eran salidas, simplemente podía hacer tareas mientras Franchesco iba de aquí para allá con su papeleo u otro ejemplo, hacer cosas diferentes pero cerca del otro. Aunque no solo se trataba por desear estar juntos, también fue parte de un castigo por haberse ido dos veces muy lejos sin aviso previo. Se comportaba como un padre, solo que sin gritos, ni sustos, fue un diálogo bastante bueno donde aceptó lo que se vendría. Aunque no fuese necesario, Franchesco intentaba hacer lo que podía.

—¿Qué tal van esas papas? —alzó la voz sobre la mesa, enfocándose en una frase que había leído más de una vez. 

—Bien doradas, como nos gusta —si bien al verle, notó que tenía una mano hacia la olla y la otra sostenía el diario, bien concentrado—. Hm, esto es bastante malo. 

—¿Qué noticias hay?

—Seattle se ha convertido en una mancha de sangre, actualmente hay cinco homicidios sin resolver, ya entiendo por qué la gente querrá vivir en sitios más pequeños y con pocas probabilidades de algún grave problema como este, ¿te imaginas no poder salir de tu hogar porque la policía aún no ha encontrado al responsable? Es un peligro que esté suelto.

—¿De verdad no hay nada?

—Hm, no, así que ya sabrás —señalaba el mayor—, nada de planes hacia allá. 

—No tengo motivos para ir —sonrió con dulzura, dejando todo a un lado al ver que su padre había terminado la cena.

Apartó todo de la mesa, cada cosa que no correspondía ahí y trató de poner los platos tanto como los cubiertos, incluso servilletas y algo de jugo para beber. En tanto comían, su padre murmuraba después de tragar.

—¿Cómo se encuentran los chicos?

—Bastante bien, mayormente siempre nos juntamos en cafetería mientras se pueda. 

Cuando aún no llegaba Edward y no sucedía nada de lo que ya se sabía, el grupo se había dividido por obvias razones, sin embargo, luego de la muerte de Swan, todo parecía volver a la normalidad. Algunos lo lamentaban y otras como, Lauren, parecían estar más que bien. Al regreso de los Cullen aún existía esa adversión hacia ellos que algunos les costó encontrarse bien entre Edward y Alice, pero al final, luego de varios días, ya se veían lo suficientemente cómodos. Por supuesto, cayendo directo en los encantos de ambos vampiros. 

 —¿Has sabido algo de Jacob?

Se atrevió a preguntar, más era él quien solía hablar más con Billy.

—Tengo entendido que se encuentra bien, pero no le he vuelto a ver. ¿Le echas de menos?

¿Extrañaba a Jacob o a su vieja versión? A ese dulce muchacho que aún no lograba ser lo que ahora ya demostraba con facilidad, quien no perdía los estribos por algo tan sencillo y que no parecía amenazar con dar un buen mordisco o arañazo cada vez que se enojaba, incluso por cosas tan sencillas. No comprendía si era parte de aquella naturaleza o simplemente había cambiado de golpe porque sí, por todo ese "poder".

SCEGLI. #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora