Encuentro.

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Apretó los dientes con la suficiente fuerza que sentía doler la mandíbula o cualquier zona que lograra torturar debido a la tensión de su cuerpo, que este incluso también dolía. Era un frío que colaba hasta los huesos y dolía de una forma insoportable, no importaba cuantas prendas de ropa tuviera encima, si fueran de polar, sus calorías que ayudaban a mantenerle bien. No importaba hasta tener la nariz cubierta con una bufanda, no funcionaba, parecía que cada vez se ponía peor. Edward en ese entonces, se mantenía lo más lejos posible teniendo en cuenta que no podía ayudar.

No era capaz de salir del exterior teniendo en cuenta la situación en ambas partes, sentía que sería completamente inútil realizar el viaje para salir huyendo de todo eso. Ambos lo sabían y ella prefería no experimentar para echar todo a la basura, eso no se iba a repetir. Pero también se preocupaba de acabar peor.

Afuera, Jacob aulló.

—Permite que entre, él te podrá ayudar —afuera, el chico gruñó—. Es lo mínimo que deberías hacer, perro —replicó el vampiro.

La cremallera se corrió apenas, notando que el chico trataba de meterse en ese agujero tratando de no abrir demasiado para exponerla al frío. Aún siendo una bolita humana, se sacudía con fuerza, ya casi no sentía los dedos.

—Solo limítate a darle abrigo, no te pases.

—No habría diversión.

Sintió que caía hacia el costado suyo, no tenía zapatos, no estaba bien protegido, lo envidiaba. Parecía estar demasiado bien con aquella temperatura mientras que ella lo estaba pasando realmente fatal en las afueras. Sintió el constante chasquido de la cremallera que yacía en el saco de dormir, siendo abierta, logrando meterse entre medio hasta forzar que la cremallera volviera a cerrarse. No tuvo tiempo de quejarse, tampoco deseaba hacerlo teniendo en cuenta de la temperatura impropia, una diferencia demasiado grande. Su única opción de sobrevivir. Acurrucada en el pecho del otro, apretó los dedos en la piel ajena.

—¡Ay, que estás helada!

Lo ignoró, no podía hacer más mientras trataba de relajarse provocando que los temblores fueran aminorando de a poco, muy de a poco. Sintió fatiga en la mandíbula, así como en todo el cuerpo luego de algo demasiado intenso, volvía a soltarse como debía ser. Escondida, se quitó las botas sin pensarlo y apegó los pies en las piernas ajenas, provocando el saltito ajeno junto a otra queja, para finalizar, sus orejas quedaron protegidas entre el brazo y la mejilla del moreno. Rogó a que no dijera nada, en serio quería calma, estaba muy agotada. Estaba totalmente floja.

Casi dormida, sintió que casi se silenció todo a su alrededor.

—¡Por favor! —bramó el vampiro, solo podía oír—, si no te importa, ¿puedes tratar de controlar tus pensamientos?

—Nadie te ha dicho que escuches, solo sal.

—¡Ya me gustaría! Pero tus fantasías parecen gritarme, es enfermizo. Mantén tus intenciones lejos.

—Me comportaré —escuchó el tono diabólico por parte suyo. 

Más que escuchar el simple silbido del viento que iba a todo dar, logró reconocer el tarareo que siempre estaba presente antes de quedarse dormida, como ahora: su nana. Sea de lo que hayan comenzado a hablar esa noche, no era consciente, tampoco tenía mayor interés mientras respirara correctamente, mientras terminara con todos sus dedos intactos, sin ningún problema físico de por medio.

{***}

La luz comenzaba a ingresar hacia la tienda, traspasando la tela de la misma hasta llenar de una preciosa luz que pegó fuerte en sus ojos. Lo peor, estaba sudando demasiado y el responsable lo tenía roncando como nunca a su costado, aún abrazándola. En cuanto decidió apartarse sintió la diferencia de temperatura, no bastó con querer moverse, el chico la envolvía de forma inconsciente. Trató de hacer un esfuerzo mayor para salir de ahí, no había forma de despertarlo al parecer. Gruñó, alzando la mirada hasta encontrarse con la de Edward.

SCEGLI. #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora