Boletos.

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El día parecía sonreírle gracias a su aparente libertad de castigo, su sonrisa no se desvanecía mientras caminaba a solas directamente hacia la cafetería a reunirse con sus amistades. Su libertad también se veía envuelta con la presión de final de año, folletos pegados por todos lados con la exigencia de comprar el anuario y tarjetas de graduación, plazos para obtener las togas, sombreros, etc. Junto a grandes anuncios por el baile de ese mismo año, a tan poco de obtener su diploma y comentarle a su padre que lo logró. Estaba tan feliz, radiante y se sentía tan bonita, manteniendo la frente en alto y deseando no terminar con los tobillos doblados debido a las plataformas de sus botas.

—¿Enviaron ya las tarjetas?

La suave voz de Ángela la envolvió apenas llegó a su asiento, al lado de esta y de Edward, justo en medio. El resto también estaba ahí, pero metidos en sus asuntos. A excepción de Alice, claro estaba, quien la escaneaba de pies a cabeza con una mirada cargada en aprobación, en respuesta, sonrió hasta enseñar sus hoyuelos.

—Ya he invitado a mis abuelos, creo que mi madre también vendrá.

—Eso es maravilloso —la muchacha de anteojos observó a Alice—. ¿Qué hay de ti?

Esta sonrió.

—Todo muy bajo control.

—¡Que envidia! Mi madre tiene toda una cadena de primos y espera que escriba a mano carta por carta. Me quedaré sin mano a este punto, la verdad, no puedo retrasarlo y de solo pensarlo-

—Te ayudaré con las invitaciones —ofreció con amabilidad—, ¿qué te parece?

Esta quedó aliviada, se podía ver.

—No sabes cuánto te quiero, Stella, eres un sol. Pasaré por tu casa cuando tengas tiempo, solo debes decirme.

—Mejor quedemos en tu casa —apretó los labios para reprimir la sonrisa que se asomaba, pero no pudo evitarlo—, mi padre me ha quitado el castigo, así que puedo hacerte una visita.

—¿Lo dices en serio? —los dulces ojos de Angela brillaban con alegría, la ternura que había en medio de ambas hizo que se dieran un significativo abrazo, no separándose demasiado—. Maravilloso, en serio me alegro por ti. Hay que tener una salida para celebrarlo, ¿qué te parece?

—Por mi, más que bien.

—¿Y qué se haría? —se unió Alice, apenas observó la mirada que daba esta, se daba cuenta de sus intenciones.

—No creo que mi padre me permita del todo hacer lo que sea que tengas en mente justo ahora.

—Pero tienes mayor libertad —insistía.

—Aún así, soy consciente de que hay límites y creo que sabes cuales son.

Alice era la única disgustada ahí, mientras que el resto se reía o sonreía. Entonces, nuevamente insistió.

—¿Y qué haremos esta noche?

—Mejor que sea el fin de semana —le gustaba sus horas de dormir en la semana, funcionaba mejor. Dio una dulce sonrisa para contrastar.

—¡Hecho!

Y la conversación retomó entre si hacer algo en Port Ángeles o en Hoquiam, cualquiera de esas situaciones estaba bien solo, que echaba de menos una libertad más completa. Pero sabía que apenas estaba iniciando de nuevo para no tener a su padre preocupado, ni mentirle, no era necesario mentirle.

—¿Alice? ¡Alice!

Salió de su cabeza apenas escuchó la voz de su compañera quien sacudía su mano constantemente frente al rostro ajeno, la vampiro tenía esa mirada que ya conocía y tanto, que su propia sangre abandonó su rostro de golpe. Se sintió mareada, su estómago se apretó y trató de contener el temblor en su cuerpo, en serio se asustaba cuando lo hacía. A su cabeza no venía nada bueno, pero Edward comenzó a reír y como si hubieran pateado bajo la mesa a Alice, esta reaccionó.

SCEGLI. #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora