Invitación.

777 61 1
                                        

Estaba verdaderamente impresionada de lo que estaba sucediendo y que todo eso, actuaría como si nada. Es decir, a Edward no le molestaba en lo absoluto y parecía colaborar muy bien, lo cual no era problema pero... ¿qué había de Jacob? Conocía sus arrebatos, conocía la manera en como se comportaba y no quería termina echándolo de la casa por una tontería. Pero como bien dijo el vampiro, decir lo que sentía al momento y no después.

—Sigo pensando que es una mala idea.

—Esto es bastante sencillo para los dos, yo estaré cerca y de todas maneras estarás a salvo entre nosotros. 

Puso cara de pocos amigos, teniendo como en respuesta las manos de Edward en las suyas y luego, un reconfortante abrazo en medio de la sala. Al momento de separarse, parecía que el vampiro daba una sonrisa de aliento.

—Te prometo regresar pronto, ¿me crees?

Suspiró.

—Te creo. 

Le vio irse, en realidad, ni siquiera logró ver de donde había salido y quedarse finalmente sola. Volvió a suspirar para regresar a la cocina donde estaba terminando de lavar lo poco y nada que tenía, pero afuera ya estaba Jacob. Era impresionante que todos fueran mucho más veloces, así que, para intentar igualar fue directamente hacia la puerta, abrirla e ir corriendo a la cocina otra vez. Apenas le sintió cerca, alzó la vista ceñuda.

—¿Es demasiado pedir que te pongas algo de ropa, Jake?

Este solo pasó su mano sobre el cabello mojado.

—Es más sencillo para mí, ya es demasiado tener que acarrear con mis pantalones cortos a todos lados.

—No entiendo cómo.

El rostro de superioridad en el moreno apareció.

—Mi ropa no desaparece ni aparece como yo quisiera, debo llevarla conmigo siempre que debo correr. Lamento que esté evitando llevar sobrecarga. 

—Está bien, lamento no ser considerada.

—¿Te molesta mi desnudez? —el moreno se reía.

—Sí.

Solo escuchó como se reía, paseándose de un lado a otro detrás de ella ya que no quería mirarle de todos modos. Preocupada de limpiar bien los trastes, oyó de su parte:

—Bueno, debo ponerme a trabajar, no quiero darle motivos para que diga que soy un vago.

—En mi cuarto está todo el aroma, por si te sirve de ayuda.

—Y mucho, voy inmediatamente.

Hubo un silencio demasiado grande que le hizo mirar hacia atrás para percatarse de que estaba sola, más no dejó de sentir que no lo estaba del todo. Sabía que él estaba merodeando por ahí pero, no exactamente en qué lugar de la casa. Dejando que el agua limpia cayera sobre el plato antes de dejarlo sobre un paño completamente seco, dio a continuar su tarea.

—¡Bu!

El moreno estaba detrás, bien cerca, pegando un susto que sí funcionó. 

—¡¿Quieres no hacer eso?!

—No ha sido nada, Stella, ya, déjame ayudarte —Jacob retiró el paño para secar donde se había salpicado debido a la mala acción—. Tú lavas, yo seco.

—Como gustes.

Apenas terminó con otro plato, se lo entregó. 

—Esto estuvo fácil, tu habitación apesta realmente.

SCEGLI. #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora