SCEGLI. #3

Picnic nocturno.

-¿Te vas a comer ese perrito caliente?

Alzó la mirada hacia Paul con la comida entre sus manos, incluso, con la boca a mitad de abrir por lo repentino que había sido eso. Y es que él no la miraba, tenía sus ojos fijos en lo que traía entre los dedos y parecía verle babear.

-Te has comido varios -él señaló.

Ceñuda, negó. Había comido mucho menos de lo que ellos realmente comían, en serio le impresionaba que parecían no quedar satisfechos con poco. Sin remordimiento, asintió suave, lanzando el perrito caliente sobre el fuego pensando que caería en la arena, pero Paul fue bastante bueno con sus reflejos. Logró tomarlo antes de que cayera al suelo.

-Que considerada, pequitas, muchas gracias.

Ahora, lo notaba muchísimo más alegre, casi como un niño. Se mordió el labio para evitar sonreír. El fuego emitió un chasquido continuo debido a la leña sobre la arena, una figura naranja mezclada entre el cielo oscuro. Ni siquiera se preguntó por la hora para entonces, se sentía tan acogida, tan calentita y con un poco de sueño. Al principio estaba notoriamente asustada debido a que pensaba que no sería bienvenida en el lugar, pero todos la saludaron con alegría y para nada fingida.

-¡Ha llegado la chica vampira! -gritó Embry con una sonrisa, claro, su forma de saludar era eufórica.

Quil se acercó a saltos, chocando los cinco mutuamente. Inclinó el rostro para dejar que le diera un beso en la mejilla, cosa que recibió por parte del hombrecillo lobo. Emily la recibió con un enorme abrazo que no negó, la misma mujer la guió a sentarse al lado de ella tanto como el de Sam sobre una fría piedra. Bromas, quejas y todas por parte de Paul, sobre que ojalá el viento no fuera desde su lado para no apestar con el aroma a vampiro, pero nada que fuese en serio. Ninguno fue grosero. Se había equivocado, siempre podía ir si se le permitía, nadie lucía con un rencor u odio por estar con vampiros pese que, la naturaleza de los lobos, era ir en contra. Saludó a Billy también, quien estaba en su silla de ruedas en el mismo círculo junto a el viejo Quil, abuelo de Quil. Al costado, Sue Clearwater, viuda del amigo del comisario, junto a sus dos hijos: Leah y Seth, estos estaban en el suelo como el resto. Se dio cuenta del cargo importante que debió tomar aquella mujer por como hablaba de forma confiada con Billy y el viejo Quil, un peso que debía llevar para siempre. Leah realmente era hermosa, tenía unos rasgos perfectos, divinos, una belleza realmente admirable. Y Seth era un reflejo de lo que alguna vez fue Jacob, una enorme sonrisa de felicidad con una vibración hermosa y pura, logrando hacerla sonreír y sentir más cómoda aún. Era un adolescente feliz. La manada completa, incluso la chica con la cual Jared se había imprimado, como supo. Otra chica realmente bonita junto a su pelo liso y negro, notando también el como este chico la observaba. O más bien, admiraba. Era algo verdaderamente impresionante. El mirar a ambos comprendió bien lo que Jacob intentó explicar en su momento, solo que, este caso era bastante aceptable. A menos que existiera algo extraño de por medio y al final, la joven Kim se quedó dormida en el pecho de Jared, calentita y protegida.

Sin asustarse, sintió como Jacob saltó a su lado para sentarse en lo rocoso, pasó el hombro por encima del hombro, cosa que no le duró. Fue lo suficientemente directa para tomar el brazo y dejarlo con él mismo, dándole una mirada bastante obvia, él solo bufó. Todo fue un cambio debido a que comenzaban con las historias, cosa que despertó su completo interés. Cuatro ancianos del consejo, mientras que todos se inclinaban para prestar atención. Nadie interrumpió.

Escuchó el carraspeo de Billy antes de comenzar.

-Los Quileute han sido pocos desde el principio, no hemos llegado a desaparecer a pesar de lo escaso de nuestro número porque siempre ha corrido magia por nuestras venas. No siempre fue la magia de la transformación, eso acaeció después, sino que al principio, fue la de los espíritus guerreros.