Pijamada.

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Aprovechó de conducir directamente hasta la casa de Angela sintiéndose mucho más ligera de todo agobio y sobre todo, presión, a veces sentía demasiada incomodidad pero llegaba a pensar que, quizás solo estaba exagerando en ciertas situaciones.

Manteniéndose cada vez cerca, pensó en que desde ya Edward debió haberse dado cuenta sobre la situación y que claro, no había regresado a casa. Si existía alguna inquietud, lo hablarían. Cuidadosamente pisó el freno en la casa de los Weber, tomando cualquier pertenencia de utilidad para así ir directamente hacia la puerta, pero para su fortuna, esta se abrió antes de que pudiera tocar.

—¡Stella —exclamaba Ben sorprendido.

—Buenas, Ben, ¿se encuentra Angela por ahí?

—Por supuesto que está aquí —replicó el otro, poco después, la interpelada apareció bajando las escaleras.

—¡Has venido, que maravilloso!

Todos miraron hacia la carretera apenas se escuchaba un coche aproximarse, hasta detenerse justo detrás del coche que había estacionado hace poco.

—Es Austin —informó el chico a su novia, mientras que el claxon sonaba—. Te veré luego, ya te echo de menos. 

Evitó mirar cuando compartieron un beso bastante íntimo y bueno, apasionado, para luego notar como Angela balanceaba su rostro rojizo que no duró demasiado, ya que apenas se recuperó, se despidió con la mano.

—No sabes lo agradecida que estoy con este favor, Ella, en serio, muchas, muchas, muchas gracias —ambas encajaban tan bien al ser en cierto modo, alegres—, no solo me ayudas ahorrando un futuro dolor de muñeca, también dos horas de una horrible película de artes marciales mal doblada.

Asintió con una enorme sonrisa, era bonito pasar tiempo con una de sus amigas.

—Siempre que pueda ayudarte, lo haré —le dio leves golpecitos en el hombro—. Me sorprende verte solo con tu novio.

—Bueno, mis padres llevaron a los gemelos a una fiesta de cumpleaños en Port Angeles, Ben terminó simulando una tendinitis.

Hizo inmediatamente una mueca para luego alzar los ojos hacia arriba, hombres, pensó.

—Estoy aquí para ayudarte en lo que pueda —apenas entraron al cuarto de la muchacha, vio la pila de papeles de sobres que estaban a la espera—. ¡Cielos, Angela! No mentías sobre la numerosa familia, ¡me quedo corta!

La de lentes se giró para disculparse con la mirada, comprendía con mayor razón el por qué la chica no salió y la razón por la cual Ben se fue, pero de todas maneras, seguía pensando lo mismo. Mínimo, pudo ayudarle a su novia a realizar todo ese papeleo y no dejarle sola.

—Que más quisiera yo mentir al respecto, pero no, ¿segura que podrás con todo esto?

—Vamos a trabajar, tengo absolutamente todo el día. 

Se dividió en dos para tener trabajo compartido y en cierto modo, de manera bastante justa, era tanta la concentración que solo se oía el lápiz trazar las letras sobre el papel. 

—¿Qué hará Edward esta noche? —alzó la cabeza hacia el costado, sorprendiéndose. 

—Está en la casa de Emmett pasando el fin de semana, tengo entendido que tienen días de excursión como lo hacen desde quizás cuando. 

—Hm, te creo. Tiene mucha suerte de tener hermanos para hacer todo eso de acampar y salir a caminar, yo no sé qué hubiese sido de Ben si no tuviera ese amigo llamado Austin para todas esas cosas de chicos.

SCEGLI. #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora