IX

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Nos pasamos el día entre risas, Alek se sorprendió al ver que sabía manejarlo bien. Compartimos una merienda y pequeño descanso en un barco y al finalizar la tarde, volvemos al hotel nuevamente caminando.

Son más de las 6 de la tarde y ya está oscureciendo, la fría brisa eriza un poco mi piel pero se siente muy bien, me encantan estas horas del día, son mis favoritas.

–Me ha encantado, muchas gracias- respondo sonriendo, recordando el maravilloso día que he pasado. –No sé cómo agradecerte.

–No tienes por qué hacerlo. No lo hice para que me agradezcas. Quise compensar el mal momento que pasaste ayer –mi sonrisa se borra, pero intento mantenerla nuevamente a pesar de que algunos recuerdos de hace años atrás logran alcanzarme.

–Y te lo agradezco, no tenías por te molestarte. Muchas gracias.

Se queda callado y serio durante el resto del camino, me pregunto que estará pensando pero aquel cuestionamiento lo reservo para mí misma. Llegamos al hotel minutos después y nos despedimos al salir del ascensor en la planta indicada, quedamos en vernos en el restaurante para la cena así que, cada uno toma su rumbo a su habitación.

Saco la tarjeta de mi bolso, abro la puerta y me adentro al cuarto, desvistiéndome luego de haberme asegurado de cerrar la puerta, me adentro al baño, me tomo un momento para observar mi reflejo en el espejo y me topo con mi rostro con las mejillas sonrosadas por todo el sol que tomé durante la tarde, mi cabello rizado y por el agua del mar está un poco esponjado, llegando hasta media cintura por los rizos y los reflejos se denotan un poco más claros. Tengo la marca del bikini en la piel hecha por el sol y sonrío, siempre me ha gustado admirar este tipo de marcas luego de quemar mi piel.

Me quito la ultima prenda y me meto a la ducha, el agua cae por mi piel relajándome aún más y sacando todo rastro de agua salada de ella. Enjabono y enjuago mi cuerpo y así lo hago también con mi cabello, al terminar salgo de la ducha, envuelvo mi cuerpo en una toalla y el cabello. busco las prendas que vestiré y me decido por un enterito blanco fino, mangas largas, el cual se adhiere un poco a mi cuerpo formando curvas. Ya lista, tomo mi celular y le marco mi madre, la saludo y le digo que me pase a mi hija, cambiamos a videollamada y encerrada en el baño charlo con ellas hasta que siento que llega Alek por mi, me despido y salgo.

Los ojos de Alek me observan completamente, exploran mi cuerpo haciéndome sentir completamente desnuda a pesar ir vestida, se relame los labios. Salimos y nos adentramos al ascensor, minutos después nos encontramos en una mesa en el restaurante, siendo atendidos por un amable mesero.

Alek continúa con su tarea de observar y analizarme profundamente, tanto que ya estoy un poco nerviosa. Tomo mi cabello y lo desplazo hacia detrás a mi espalda, aún está un poco húmedo, sujetado por una goma en una cola alta que hace que llegue a un poco más arriba de mi cintura.

Me permito seguir sus pasos y observarle, su mirada profunda se encuentra con la mía y lame sus labios, haciendo que, por acto de reflejo lama también los míos. Observa mis labios atentamente y me pongo nerviosa, y le agradezco al cielo y al amable mesero que llega con un par de copas de vino a romper la tensión sexual que se siente en este momento.

–Le gustas al mesero. —comenta con naturaleza.

–No es así, solo es amable.

–Claro, tan amable que no despega la vista de tus pechos. Y tú que no dejas de mirarle.

–Que mire o no, no debe suponerte un problema.

Me mira con disimulada sorpresa, sin haberse esperado esa respuesta de mi parte.

–Buena actitud –dice asintiendo.

¿Acaso es bipolar? Una persona normal se había cabreado por responderle de tal forma, aún más cuando me está pagando por yo estar aquí con él y para el, más bien no para ofenderle pero es algo que ni me inmuta y, que al parecer, a él tampoco. El chico vuelve y junto con su presencia, nuestra cena. Me obligo a mirarle aún más, solo por que sé que Alek le presta atención a dicho gesto y el chico me mira y sonríe.

–Ya no necesitamos nada más. Gracias, te puedes marchar–comenta Alek con mala actitud hacia el chico, el cual asiente y se marcha, temeroso. Poso mi vista en Alek, me mira con molestia, cosa que no me duele ni interesa. –Con que te gusta hacerme enojar.

–¿Hacerte enojar con qué?–le pregunto haciéndome la que no sé. Mientras me dispongo a disfrutar de la cena –Esta muy buena, deberías probar.

Sus ojos molestos me miran una vez más para luego posar su vista en el plato que tiene en frente y degustar de el. Está delicioso y noto que le agrada ya que relaja un poco su ceño fruncido mientras degusta el contenido del plato.

–¿Dónde vives?–pregunta

–No muy lejos de aquí— le comento– Cerca de la plaza australiana, en los departamentos de atrás. ¿Y tu?–le pregunto interesada.

–no vivo aquí –es lo que se limita a decir y yo asiento, no está obligado a responder.

–¿Eres casado? –pregunto curiosa.

–No no estoy casado ¿y tu, tienes pareja?

–No, si la tuviera no estuviera aquí. ¿Me ves cara de cornuda?

–¿Me la ves tú a mi? —pregunta entrelazando sus manos y apoyándola debajo de su barbilla, gesto que veo que le caracteriza.

–no fue mi intención señalarle.–le aseguro.

–La mía tampoco–comenta.

Se queda en silencio unos momentos y de repente se levanta de su asiento–Ven, vamos a otro lugar–dice ofreciéndome su mano para levantarme.

Se detiene un momento para hablar por su celular, luego salimos del restaurante y así también del hotel, no sé qué hora es ni a donde vamos pero tampoco es como que vaya a preguntar. A la salida le pasan las llaves de un auto, me abre la puerta para que entre, lo hago, cierra y luego se adentra en el abriéndose paso por las calles transitadas.

En el transcurso del camino los pensamiento de si tendrá pareja me embargan, no me gustaría ser la que utilizar para ponerle el cuerno a alguien, pero me limito ver el paisaje mientas avanzamos por las calles en el coche.

El amigo de un amigo (+18) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora