Final

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Hacen meses que no se nada de Alek o de mi antigua vida. Porque si, la Merlin de antes quedó en el pasado, así como todo aquello que se encontraba en aquella espantosa ciudad de la cual siempre intenté salir pero que nunca tuve el valor de hacer.

Dos días después de Alek contarme toda la verdad, me marché. Me marché luego de vender todo lo que pude, todo lo que había ahorrado y con solo mi hija, dos maletas y todo aquello, me mudé muy lejos de todo, muy lejos de todos los recuerdo.

Ignorando todas sus llamadas, intentando no saber de nadie, vendí mi celular y todo con lo que pudiera conectarme alguien del pasado, hasta de mis padres.

Muy lejos de todo el dolor, engaño, de la traición...

No le conté a nadie más que a mis padres sobre nuestra ida, si bien estaban muy enojados por el hecho de irme tan lejos y alejarlos tanto de su nieta, no pudieron hacer nada para hacerme cambiar de opinión. Sin despedidas, porque no son lo mío. Me fui, me alejé de las pocas personas, aquellas que alguna vez me tendieron la mano, sin despedir.

No me atreví a hacerle cara a Mike, por lo que solo pude escribir una carta. Una carta en la que le expresaba todo mi dolor, furia y odio que albergaba en mi pecho, para el.

Hace 5 meses que me mudé a un pueblo de denso bosque, personas alegres y amables. Cinco meses en los que cada día recuerdo como en quien más confié jugó conmigo y me usó de la peor manera.

Por eso siempre dicen: Las apariencias engañan... la traición viene desde los de más cerca...

El pequeño pueblo al que nos mudamos es alegre y pintoresco, sin embargo, ya no me atrevo a familiarizarme con nadie. Nada de lazos, nada de amistades, solo mi hija, nuestra nueva vida y yo. Nada más.

Camino con Heil por la calle. grandes montañas nos rodean, viento frío sopla nuestros rostros y mi hija salta feliz pisando las hojas que caen desde los árboles.

Me acerco a una cabina telefónica, cada vez me comunico con mis padres, haciéndole saber que estamos bien. Si bien no teníamos la mejor relación y aún tampoco, nunca les robaría el derecho de al menos hablar con su nieta, a pesar de que al inicio no la hubieran querido.

Esta es la única comunicación que llegamos a tener con ellos. Nada de mensajes o llamadas por Whatsapp, simplemente una que otra llamada desde esta cabina.

Hablamos por un rato y Heil también con ellos, en estos últimos meses ha aprendido a hablar tanto como un loro, pero nunca me canso.

Contenta, entre balbuceos, palabras extrañas y conocidas les cuenta sobre cómo conoció una llama, que la tocó y alimentó. A mi hija le encantan los animales y no puedo sentirme más orgullosa que nunca, ya que en eso somos tan parecidas.

Mi madre me cuenta de todo por allá, de cómo Mike ha querido ponerse en contacto conmigo innumerables veces, pero tal y como les pedí, ellos no se lo han permitido aunque no es como que tengan alguna otra forma de comunicarse. Quizás aquella súplica hace cinco meses atrás los hicieron mantener y aceptar mi posición.

Me cuentan, también, como aquel hombre imponente de ojos grises y había ido a visitarles en varias ocasiones para obtener información sobre mi, hace meses atrás, pero como a todos, se la habían negado.

Al finalizar la llamada caminamos de regreso a casa, a aquella pequeña y hermosa cabaña que he alquilado para nosotras, la cual hemos rodeado de inmensas flores que nos hemos dispuesto a plantar cada que tenemos tiempo o estamos aburridas. Vamos llegando a casa cuando encontramos a alguien sentado en los escalones de nuestro hogar esperando.

Lleva la cabeza entre sus piernas, pero aún sin ver su rostro puedo saber perfectamente quién es y siento miedo de que todo mi pasado vuelva a esta pequeña burbuja que hemos podido lograr construir lejos de todos aquello, lejos de todo mi pasado, lejos de él.

De ellos.

El amigo de un amigo (+18) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora