No sabía donde estaban.
Las personas se arremolinaban a mi alrededor haciendo imposible mi búsqueda.
Me sentía pérdida, sola, sin nadie a mi lado. Las lágrimas seguían bajando por todo mi rostro, no me importó que los demás me vieran en este estado. Lo único que quería era encontrar a los chicos y alertarlos. Quería simplemente irme a la comodidad de mi casa y no salir de ahí por largos días.
Tantee los bolsillos de mi suéter y di con el aparato que muy pocas veces solía utilizar. Marqué el número de Lea y repicó en varias oportunidades hasta que me mandó al buzón de voz, hice lo mismo con el de Ivy pero ese ni siquiera repicó sino que en seguida salió la voz de la operadora.
Los nervios me estaban consumiendo, no sabía del paredero de ninguno de ellos y las chicas no se dignaban en contestar. Marqué el número de Ian como última esperanza, rogando internamente que respondiera su celular antes de que terminara por derrumbarme en este lugar lleno de personas.
Repicó una, dos, tres veces, cuando estaba dándome por vencida, ya resignada a que ninguno de ellos iba a responder mis llamadas, su dulce voz al otro lado de la línea hizo que más lágrimas brotaran.
—¡Mariposita! —oí su tono de alegría antes de que fuera reemplazado al oír mis lágrimas— ¿Estas bien? —abrí mi boca para intentar responder pero las lágrimas impedían que dijera algo— ¡Por Dios, Lex! Dime algo. Me estas preocupando.
—Ian... —musité— Ian te necesito. —mi voz sonó desesperada. Anteriormente me hubiese dado de bruces contra la primera pared que encontrara pero ahora solo lo necesitaba a él, necesitaba sentirlo cerca de mi.
—¡Lex!, ¿qué sucede? Me estas preocupando, ¿dónde estás? —podía oírlo agitado y muy preocupado al otro lado de la línea.
—Yo... Yo... —las palabras se atoraban en mi garganta— Yo lo vi, Ian. —balbucee al instante en que más lágrimas bajaron impidiendo que siguiera hablando.
—¿De qué hablas? ¡Dios, Lex! ¡Dime por favor dónde diablos estás!
Su tono de voz fue demandante, lo que hizo que intentara controlar un poco mi llanto para así darle mi paradero.
—Estoy en la cancha de fútbol, cerca de los baños. Ian, ven rápido. Te lo pido, ¡Por favor!
—¡Voy en camino! —rugió mientras podía sentir como corría en mi búsqueda— ¡No me cuelgues! —dijo, aunque no tenía pensado hacerlo— Espera a que llegue. Ya estoy cerca.
Suspire de alivio al saber eso. Mi cuerpo seguía temblando, todo era una completa telaraña de emociones en mi interior.
Cerré los ojos y las imágenes del hombre volvieron a aparecer; su ropa oscura, su sonrisa, su tatuaje, su nota, todo volvió a fluir, imagen tras imagen sin poder contenerlo.
Bajé el celular de mi oído y presione mis manos en las rodillas intentando buscar calmar mis respiraciones que volvía a ser irregular, apreté aún más los ojos y respiré contando una y otra vez pero las imágenes seguían presentes sin querer irse de mi mente.
Lloré fuertemente al mismo tiempo que mis rodillas cedieron haciéndome caer al suelo, subí mis manos y las enrede en mi cabello, podía seguir escuchando la voz de Ian a través de mi celular pero mi cuerpo estaba tomando el control de sí mismo impidiendo que las ordenes que mi cerebro le enviara no fueran respondidas.
Aguanta, Lex. Yo se que puedes, solo aguanta, no dejes que un nuevo ataque fluya en tu interior.
Me repetí una y otra vez intentando concentrarme en mis palabras.
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Amarga Pesadilla (Libro I)✔️
Novela JuvenilEsa noche cambió mi vida. Vi a mis padres morir. No fui capaz de gritar, no fui capaz de pedir ayuda. Simplemente observé. Observé atentamente cada uno de los movimientos del asesino. Observé su arma. Su empuñadura. Observé el tatuaje de esco...