La oscuridad llenaba el lugar, la asquerosa habitación olía a moho y putrefacción, la escasa luz que entraba por un agujero en el techo dejaba ver lo sucio que estaba el lugar, la humedad estaba presente en todos lados, el musgo crecía cada vez más entre las paredes de la pequeña habitación, la tierra y montones de pasto verde estaban esparcidos por casi toda el lugar, solo un espacio no contenía nada, un espacio un poco ancho pero no tan largo, detallé con mayor detenimiento y el suelo estaba manchado de un color oscuro que con cada paso que daba se volvía más insoportable de oler, llegue a escasos centímetros del espacio y hallé dos cuerpos tirados boca a bajo, uno al lado del otro, observé y pude distinguir la figura de un hombre y una mujer, sus ropas estaban sucias y llenas de pantano, sus cabellos eran un desastre y desde sus cabezas corría el enorme charco que crecía y crecía, me agaché y toqué con las puntas de mis dedos el charco que manchaba el piso y logré darme cuenta de que era sangre, sangre que quizás llevaba días en ese lugar, y aunque ya estaba empezando a secarse producía un olor nauseabundo, giré rápidamente los cuerpos para ver quiénes eran y mi respiración se descontroló instantáneamente; las náuseas se acrecentaron dentro de mí y tuve que hacer el mayor esfuerzo para no irme en vómito por la escena que estaba presenciando.
Mis padres...
Eran mis padres.
Las dos personas tiradas en el suelo con un enorme charco de sangre alrededor de ellos eran mis padres, en sus frentes había un agujero de bala por donde salía la sangre, sus ojos ya no tenían vida, eran completamente blancos, no había iris, ni pupila, solo una enorme cuenca blanca.
Volteé mi vista al sentir como una horrible sensación amarga subía por mi garganta y expulsé todo, absolutamente todo lo que había dentro de mi, las arcadas se hacían cada vez más profundas e inevitables, expulsé una última vez y limpié mi boca con el dorso de mi mano, me alejé del lugar donde había vomitado y tomé distancia de donde se encontraban los cuerpos de mis padres...
Me levanté exaltada, la oscuridad de mi habitación me recibió con los brazos abiertos, pasé mis manos por mi cara y me di cuenta de que estaban llenas de lágrimas. Suspiré varías veces para intentar calmar los latidos acelerados de mi corazón, miré hacía el reloj de mi habitación y este marcaba las 04:16 de la mañana. Volví a suspirar y recosté mi cuerpo nuevamente en mi cama viendo hacía el techo perdida en mis pensamientos.
Otra pesadilla, una nueva, jamás había soñado algo de esta forma, tan real, tan escalofriante y doloroso, siempre era la misma pesadilla del callejón y el tipo con un arma blanca, esa era la única pesadilla que siempre tenía, pero esta vez todo fue distinto, tan real, tan horripilante, sentí que estaba volviendo a repetir la situación otra vez, era como volver a ver a mis padres morir, volver a presenciar la escena de ellos dos tirados en el suelo con la sangre saliendo de sus frentes.
Limpie nuevamente las lágrimas e hice presión con mis dedos en ambos ojos, eso solo sirvió para que las lágrimas brotaran de mis ojos sin piedad. Lloré, lloré todo lo que mi cuerpo me pidió, dejé de intentar ser fuerte por una sola vez en la vida y lloré como nunca antes lo había hecho, lloré por mis padres, lloré por Lea, lloré por mi tía pero principalmente lloré por mi, por esas noches de desvelo, por esas pesadillas cada noche, por esa angustia de ser perseguida, por ese miedo de que en cualquier parte estaría alguien para atacarme, lloré por esa niña de seis años que presenció la muerte de sus padres sin poder hacer nada, esa niña que quedo huérfana al igual que su hermana, esa niña que sufrió ataques de pánico, de miedo, que dejó su infancia a un lado y se volvió cerrada tanto al punto de no confiar en casi nadie, esa niña que fue creciendo con miedos, dudas y temores, que sin importar el tiempo que pase seguirá viviendo asustada, seguirá viviendo en un pasado tormentoso.
Sentí que había pasado una eternidad cuando dejé de llorar, mis ojos ardían y sentía que no podría botar una lágrima más aunque quisiera, limpié el rastro que las lágrimas habían dejado en mi mejilla y comencé a contar poco a poco del uno al diez y luego en reversa para así poder calmarme completamente, inhale y exhale por varios segundos hasta que estuve completamente segura de que no volvería a tener un arranque de debilidad como segundos antes.
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Amarga Pesadilla (Libro I)✔️
Novela JuvenilEsa noche cambió mi vida. Vi a mis padres morir. No fui capaz de gritar, no fui capaz de pedir ayuda. Simplemente observé. Observé atentamente cada uno de los movimientos del asesino. Observé su arma. Su empuñadura. Observé el tatuaje de esco...