Capítulo 4

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Cada minuto dentro del salón Athenea fingió estar concentrada en la clase.

Su mente le daba vueltas a los nombres de sus compañeros. Era curioso para ella como en un pueblo tan pequeño existieran tantos nombres de la mitología griega.

Bueno, ella sabía que el pueblo tenia influencia de esa cultura, pero nunca pensó que fuera tanta la devoción para que varios nombraran a sus hijos como los dioses griegos.

«Y aún no sé quién es Hefesto»,se dijo mentalmente mientras resolvía un problema de matemáticas.

En ese momento se encontraban con el profesor de matemáticas que había llegado justo cuando el profesor Allard salía.

Aquello para Athenea fue muy bueno porque no le dio tiempo a Hermes que delante de ella que le hablara, además que el señor Hidalgo, su profesor de matemáticas, parecía tener un carácter más severo que del profesor Allard, pero eso no quería decir que no hubiera travesuras a sus espaldas.

En ese poco tiempo observando se dio cuenta que Hermes hacía honor a su nombre, ya que era experto mandando mensajes de un extremo del salón al otro sin que el profesor se diera cuenta.

«Ojalá sólo le haga honor en eso y no siendo un ladrón», pensó.

La campana del receso sonó demasiado pronto y antes de que Athenea pueda escabullirse fue abordada por los gemelos y Hermes.

—Entonces Aty... —dijo Apolo con confianza.

—Athenea —lo corrigió— Mi nombre es Athenea.

—Pero Aty es un buen diminutivo —señaló Hermes.

—¿Eres mi madre? —cuestionó antes de hablar sin darle tiempo a responder— No, entonces no me llames Aty. Para ti soy Athenea.

Podían decirle antipática, pero era mejor dejar los límites claros desde el primer día. Sobre todo con una persona como él que se tomaba confianzas de la nada.

—Pero somos amigos —se quejó Apolo.

—Nosotros no somos amigos —le respondió con indiferencia logrando que Artemisa se riera.

—¿Qué quieren? —les preguntó por cortesía, curiosidad y sobre todo porque bloqueaban su camino para levantarse de su asiento.

—Queríamos saber si podemos ser amigos —le respondió Apolo sonriente y extendiendo su mano a Athenea.

No la tomó. Llámenla orgullosa, pero no quería relacionarse con esos chicos.

—Además tenemos algo en común —dijo Hermes.

«Eso lo dudo», pensó Athenea; sin embargo, de todas maneras le preguntó— ¿Y que sería eso?

—Somos los únicos con el nombre de un dios Olímpico en este salón —le respondió provocando que Artemisa se quejara y susurra un no de nuevo.

Athenea frunció el ceño— ¿Y eso que tiene que ver? —le cuestionó.

Tanto Hermes como Apolo la miraron como si hubiera perdido la cabeza.

—Es nueva —le dijo Apolo a su amigo.

—Definitivamente, es nueva —confirmó Hermes.

«Soy nueva y no estoy en drogas»,pensó mirando a ese par.

—Y ustedes están locos —les señaló Artemisa.

Eso también.

La pelinegra miró a Athenea por primera vez sin represión o disgusto.

Athenea [Olímpicos mortales #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora