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Athenea estaba nerviosa, muy nerviosa.
Mina se había puesto feliz cuando le dijo que ese sábado se reuniría con una "amiga". Su madre estaba más que contenta con saber que saldría aún si solo era para enseñar un curso, y aunque eso no era una mentira, lo que la tenía nerviosa era la parte de la amiga porque Afrodita no era su amiga, y ahí el detalle; Mina no sabía el nombre de la pelirroja, no se lo había dicho.
No es que no quiera decírselo, Athenea lo intento; sin embargo, cuando estuvo a punto de decirle nombre de la pelirroja algo la detuvo y termino desviando el tema.
«¿Por qué no puedo decirle?» Se preguntaba Athenea.
Lo mismo había ocurrido cuando había querido contarle a su madre sobre sus compañeros de salón. Hasta ahora nunca había salido de su boca el nombre de ninguno de ellos frente a Mina, nunca.
No podía decir exactamente porque evitaba hacerlo pero siempre había seguido a sus instintos y esta vez no era la excepción.
El timbre de su casa sonó y la Athenea corrió al primer piso como alma que lleva el diablo, con las cosas que necesitaría para enseñarle a Afrodita, para evitar que mi madre fuera quien le abriera la puerta. Sin embargo, no importo que tan rápido bajará no logró llegar a tiempo.
Cuando llego a la primera planta de su casa vio a Mina saludando a Afrodita alegremente.
—Hola ¿Eres la amiga de Aty? —le preguntó su madre a la pelirroja que se sorprendió por una milésima de segundo antes de sonreírle de manera encantadora.
—Buenas tardes, señora —saludo la pelirroja con un tono dulce y educado— Sí, yo soy amiga de Aty —dijo con seguridad el nombre por el cual Mina llamó a Athenea.
«Amiga mis cojones».
—Bueno, bienvenida... —dijo con una sonrisa a antes de quedarse callada— Disculpa, no sé tu nombre ¿Cómo te llamas? —preguntó a la pelirroja asustando a Athenea que se apresuró a dónde estaban ambas para evitar que la recién llegada le respondiera.
—Mamá, ella es... Mónica —dijo tropezando sus palabras al no haber pensado un nombre— Mónica, ella es mi madre, Mina —dijo esta vez mirando a Afrodita que la miró extrañada, pero de todas maneras le siguió el juego.
—Un gusto, Mónica —Mina extendió su mano a Afrodita quien sonrió.
—Un gusto, señora Mina —respondió Afrodita sin dudar.
Athenea estuvo tentada a rodar los ojos por la situación por la actuación de la pelirroja.
—Bueno, debemos irnos —dijo Athenea cortando cualquier tipo de conversación que su madre pudiera iniciar y sobretodo queriendo alejar a la chica lo más rápido de su casa— Adiós, mamá —se despidió acercándose a su progenitora para abrazarla.
—Ve con cuidado —le respondió Mina a Athenea— Hasta pronto, Mónica —se despidió de Afrodita.
—Hasta pronto, Mina.
«Hasta nunca», pensó Athenea llevando a la pelirroja en dirección a su auto y subió sin decir nada.
Afrodita no le reclamó por su actitud y empezó a conducir; sin embargo, nada podía ser eterno y unos minutos después rompió el silencio.
— ¿Así que, mi nombre es Mónica? — le preguntó con una sonrisa que demostraba que no estaba molestaba, eso no significaba que ella estuviera cómoda con eso.
—Olvídalo —le respondió Athenea entre dientes, no quería explicarle por qué lo había hecho, sobre todo porque por lo único que se guiaba era una corazonada.
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Athenea [Olímpicos mortales #1]
Fantasía"¿Qué pasaría si los dioses griegos se convirtieran en simples mortales?" Ante el continuo desvanecimiento de los dioses, los olímpicos deben tomar una decisión: convertirse en humanos o afrontar el fin de su existencia. Corriendo el riesgo de que...