El repiquete de las pisadas y el silencio mortal en la sala indicaban todo lo que uno necesitaba saber.
La chica frente a él no estaba para nada feliz, y menos después de haberse enterado que solo cumplió con lo que le pidió por los pelos.
—Deja de dar vueltas, me estas mareando —expresó el chico con frustración y la mirada que recibió por parte de su compañera fue ira pura.
—¿Me parece o me estás dando órdenes? —cuestionó la chica con un tono suave que resultaba aún más escalofriante.
«Eso Ares, sigue así y te ganarás una enemiga más», pensó el pelinegro.
—Te hice una pregunta, Ares.
—No, no era una orden —respondió entre dientes el chico.
Él mejor que nadie entendía la molestia de Hera; a que el mismo la sentía en sus huesos. Sin embargo, eso no era excusa para su actitud, no frente a la única persona que estaba dispuesta, por el motivo que sea, a dar una moneda por él.
La rubia suspiro y por un breve segundo le dio esa mirada de miedo que parecía aparecer de vez en cuando, pero que a la vez ocultaba con rapidez al igual que Ares descartaba esa idea.
Le resultaba difícil al chico creer que Hera tuviera miedo a algo o alguien para el caso. Desde que había llegado a ese pueblo supo que la rubia tenía el poder para destruir a quien quisiera y no le temblaba la mano para dar órdenes y cumplir sus caprichos, y esa habilidad no solo era por el dinero que poseía.
—Athenea sabe que has recuperado tu memoria —le recordó— La única ventaja que teníamos contra ella desapareció cuando te delataste frente a ella.
—Pero puedo hacer ataques más frontales...
—Ataques que perderás —le señaló la rubia con saña molestándolo— Puede que tengas la fuerza, pero ella tiene la inteligencia para que lo que te da una ventaja sea tu talón de Aquiles.
—¿Y qué quieres que haga? —gruñó Ares— ¿Quieres que la mate?
***
—¡No! —la pregunta de Ares exaltó a Hera al punto que gritó su respuesta.
La rubia sabía que había hecho muchas cosas mal desde el inicio, lo sabía, pero no se iba a rectificar cuando tenía un motivo para hacerlo y ya había empezado algo difícil de parar.
—No quiero a ninguno de nosotros muertos —le respondió más tranquila al chico frente a ella— Ninguno de nosotros puede morir si queremos volver a ser dioses.
—Por si no te has dado cuenta somos humanos lo que significa que vamos a morir —le señalo Ares.
—No debemos morir por mano de alguno de nosotros o de uno de nuestros enemigos —aclaró la rubia.
Hera no tenía tiempo para explicar todo lo que pasaba, de hecho eso era lo que menos tenía y se le estaba agotando junto con su paciencia.
«¿Por qué, por qué tuviste que venir mocosa?» Se preguntó pensando en Athenea.
Desde que Athenea había llegado, Hera perdió el control de dos personas importantes para mantener la paz en su pueblo tanto como había podido y ahora todo estaba patas arriba.
Muchos pensaban que lo que ella hacia era por Zeus y no se equivocaban, ella no era tan altruista para sacrificarse solo por los demás, la rubia también quería mantener su vida tal cual estaba el mayor tiempo posible, pero una mirada a la única foto sobre el mostrador de su sala le dijo que eso sería imposible, en especial con tanta sangre derramada.
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Athenea [Olímpicos mortales #1]
Fantezie"¿Qué pasaría si los dioses griegos se convirtieran en simples mortales?" Ante el continuo desvanecimiento de los dioses, los olímpicos deben tomar una decisión: convertirse en humanos o afrontar el fin de su existencia. Corriendo el riesgo de que...