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Athenea estaba cocinando, algo que jamás pensó hacer y menos temprano por la mañana teniendo en cuenta que la cocina no era su fuerte, pero era algo que necesitaba hacer. A su madre le funcionaba para despejar su mente por lo que esperaba que a ella también le diera resultados para poder manejar los demonios que le habían impedido dormir.
Después de un rato se dio cuenta que no lo llevaba tan mal como pensó, pero tampoco iba tan bien como esperaba, y no por la parte de cocinar, no. La parte que llevaba mal era causada por su ansiedad de ver cada cinco minutos el reloj de la cocina.
Durante la madrugada Mina se había quedado dormida alrededor de las dos de la mañana, muy contrario de Athenea que no pudo pegar el ojo durante toda la noche.
Frustrada había vuelto a bajar a la sala y terminar de arreglar el desastre en el que se había convertido el lugar.
En ese tiempo descubrió que habían perdido más cosas de las que imagino.
«Pero al menos estamos vivas», había pensado Athenea en ese momento mientras recogía una foto de ella con Mina que se había roto.
El timbre de su casa sonó sacándola de sus pensamientos, por lo que, dejó todo para ir a atender a la persona que estaba en su puerta.
—Estas aquí —dijo cuando observó a la pelirroja parada en el umbral de su puerta.
—Estoy aquí —le respondió Afrodita pasando a su casa sin dudar— ¿Qué diablos pasó aquí? —preguntó la pelirroja en un jadeo mientras miraba el desastre de su sala.
—No quieres saber —le respondió sin dudar cerrando su puerta con un suspiro.
Afrodita la miró con preocupación. Se notaba claramente en su mirada que quería preguntar a Athenea sobre el estado de su casa.
«Por favor, no» pensó.
—¿Me prestarás tu auto? —le preguntó a la pelirroja desviando el tema antes de que la chica pudiera ahondar en el estado de su casa. Tal parecía que no importaba que a pesar de haberla limpiado no funciono, ya que aún se notaba el desastre de lo ocurrido.
Afrodita la miró con un ceño fruncido.
—Sí —le respondió sacando las llaves de su casa y mostrándoselas.
Athenea extendió su mano para que la pelirroja le entregará las llaves; sin embargo, Afrodita las escondió en sus manos.
—¿Qué?
—¿Por qué no le has respondido las llamadas a Apolo? —le preguntó la pelirroja bastante seria y quizá un poco molesta.
Athenea casi podía comparar su obsesión por cuidar, o lo que sea, de Apolo con la de Artemisa, pero también entendía la reacción de la chica con ella sobre eso.
Durante toda la noche anterior Apolo la había estado llamándola insistentemente; sin embargo, no le había respondido.
¿Para qué iba a hacerlo? ¿Qué podía decirle?
«Hey, una anciana me habló y dijo que mi madre estaba en peligro corrí y me encontré con una situación bizarra en la que alucine ver una araña de dos metros, mate dos personas que al final se hicieron polvo y no por cierto mi madre no es mi madre sino mi tía».
Claro que no. Si Athenea decía eso sería internada en un psiquiátrico.
—¿Y bien?
—¿Qué querías que le diga? —le preguntó Athenea a la pelirroja antes de que una idea pasara por su mente— ¿Qué le dijiste? —le cuestionó.
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Athenea [Olímpicos mortales #1]
Fantasía"¿Qué pasaría si los dioses griegos se convirtieran en simples mortales?" Ante el continuo desvanecimiento de los dioses, los olímpicos deben tomar una decisión: convertirse en humanos o afrontar el fin de su existencia. Corriendo el riesgo de que...