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Afrodita manejo rápidamente de vuelta a la ciudad mientras Athenea estaba con el corazón en la mano.
«Mamá, mamá por favor espera», se repetía en su mente.
En cualquier otra situación no hubiera creído las palabras de una extraña, pero en ese momento sabía que ninguna advertencia que le dieran era falsa.
«Todo, desde que llegamos a este pueblo, ha ido de mal en peor», pensó Athenea, todo por este pueblo.
Quería tanto decirle a la pelirroja que acelerará un poco más, pero sabía que eso era imposible en las calles.
Además, Afrodita ya la había ayudado lo suficiente ese día y hacer que tuviera una multa por ella estaba fuera de los límites.
Quince minutos después entraron en la calle donde quedaba su casa.
—¿Quieres que busque apoyo? —le preguntó la pelirroja y Athenea pensó en ello un momento.
Sea quien sea que estuviera en sí casa, era una persona mentalmente inestable que la odiaba y creía que era una diosa griega.
«Le creíste la advertencia de peligro a una anciana», susurró su inconsciente molestándola.
Athenea tenía una ligera sospecha de quien podría estar en su casa y la idea no le agradaba demasiado.
«Pero ella es mi problema», se dijo sintiéndose molesta y preocupada.
Ella sabía que sólo había dos opciones para ella esa tarde, vivir o morir, pero si iba a morir sería luchando y salvando a la mujer que le dio la vida.
—¿Athenea? —la llamó Afrodita por su nombre atrayéndola a la realidad.
—No, no busques ayuda —le respondió y vio a Afrodita dudar por lo que repitió— No busques a nadie, Afrodita.
—Está bien, no lo haré —le respondió entre dientes.
Cuando estuvieron a un par de casas de llegar a su destino ambas se sorprendieron de la figura que encontraron fuera de su casa.
—¿Qué diablos? —cuestionó molesta por lo que apenas el auto de Afrodita de detuvo se bajó sin esperar a que la pelirroja dijeran algo.
Athenea estaba echando chispas cuando se puso en frente de Hera que estaba fuera de su casa.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Athenea a la rubia que la miró molesta.
—Sabía que serías un problema desde que llegaste —le dijo poniéndola aún más furiosa— Y tú no debiste ayudarla —le señaló a Afrodita con un tono recriminatorio.
«Ni que fueras su madre», pensó Athenea.
—Hera, yo...
—No —Y así con solo una palabra corto cualquier cosa que hubiera dicho la pelirroja.
Hera volvió a mirar a Athenea. Analizándola, como si estuviera decidiendo que tan digna era de vivir.
—Espero que ya sapas cómo enfrentarte a Jellyfish —y esas palabras Athenea confirmaron sus sospechas.
Jelly estaba en su casa amenazado a su madre.
—La voy a matar —gruñó sin pensar causando que Hera soltara un risa sarcástica.
—Veremos eso, Athenea, veremos eso —le respondió— Porque es tu vida o la de ellas.
—¿Ellas? ¿Cuáles ellas?
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Athenea [Olímpicos mortales #1]
Fantasía"¿Qué pasaría si los dioses griegos se convirtieran en simples mortales?" Ante el continuo desvanecimiento de los dioses, los olímpicos deben tomar una decisión: convertirse en humanos o afrontar el fin de su existencia. Corriendo el riesgo de que...