— Bueno, podemos esperar a Irina — dijo, dirigiéndose hacia la mesa redonda que había junto a la pared —. Vamos a trabajar. ¿Dónde está el dinero?
— ¿Cómo? — exclamó Lana, abriendo mucho los grandes ojos oscuros con una expresión de auténtica sorpresa.
— El dinero — repitió Rubén con impaciencia — ¿Dónde está?
— ¡Creía que lo tenías tu! — exclamó Lana.
A Rubén se le oprimió la garganta y notó un peso en el estómago.
— Vamos, Lana — dijo, procurando conservar la calma —. Se suponía que tú te encargaba de recoger el dinero de la señora Muñoz.
El rostro de Lana perdió toda su animación y su expresión se hizo muy seria.
— Irina fue a recoger el dinero en mi lugar esta misma mañana — le explicó a Rubén —. Lo dejó en su taquilla. Sin embargo cuando fue a buscarlo después de las clases y no lo encontró supuso que tú lo habías cogido.
Rubén lanzó un grito sofocado.
— ¡Pero yo no lo cogí! — gritó conmocionado —. ¡No lo hice!
— Oh, no — gimió Lana, sacudiendo la cabeza —. Eso quiere decir... quiere decir que... alguien lo ha robado...
Rubén sintió que el nudo que le oprimía la garganta se hacía todavía más apretado. Trago con dificultad tratando de dominar una sensación de náusea.
— Lana — sollozó —. Nosotros... nosotros somos los responsables. Se trata de casi mil pavos. Si-si...
Le pareció que la habitación daba vueltas a su alrededor. No podía pensar con claridad.
Lana le tiró de la manga.— Venga, vámonos. Tenemos que encontrar a Irina cuanto antes.
Ambos corrieron hacia el vestíbulo vacío. Los gritos de las animadoras les llegaban claramente desde el gimnasio. Un grupo de profesores se había reunido, conversando y riendo, junto a una bombona de agua.
Pero Rubén no tenía ganas de reír. Tenía ganas de llorar.
Si el dinero realmente había sido robado... ¿cómo harían para devolverlo? Y todavía había otra cuestión... ¿les acusarían de haberlo robado?.
No, de ninguna manera. Aquello no podía suceder, se dijo Rubén tratando de tranquilizarse.
Encontraron a Irina junto a su taquilla. Estaba cepillándose los rubios cabellos.
— ¡Irina, el dinero! — chillo Rubén en todo estridente y atemorizado —. ¿Lo has encontrado? ¿Lo tienes?
— Por supuesto — repuso Irina despreocupadamente, sacando de su taquilla una cartera de lona verde —. Aquí está. — Se volvió hacia Lana y su expresión cambio por completo —. ¡Oh, Lanita, me prometiste que no le harías una broma tan estúpida a Rubén! — exclamó.
Lana lanzó una carcajada, los ojos oscuros muy brillantes.
— ¡Es una broma muy pesada! — grito Irina —. Habíamos decidido no hacérsela.
— Yo... la verdad es que... bueno... no pude resistirme — reconoció Lana sin dejar de reírse, aferrando los hombros de Rubén y apoyándose en ellos —. Lo siento, de verdad que lo siento, pero... si hubieras visto la expresión de tu rostro... Ha valido la pena sólo por ver la cara que has puesto cuando has creído que habían robado el dinero — añadió Lana, que rompió de nuevo en una interminable carcajada, abrazada a Rubén y estremeciéndose de risa.
Irina movió la cabeza en un gesto de desaprobación, aunque también ella comenzó a reír de buena gana.
— Vaya amigas... — refunfuñó Rubén, apartándose de Lana con un gesto brusco —. Sois dos personas horribles. No puedo creer que hayáis sido tan malvadas.
— Sólo ha sido una broma — dijo Lana, secándose las lágrimas de risa.
— Ja, ja — repuso Rubén con amargura.
— No debiste hacerlo — le dijo Irina a Lana, colocando su cepillo del cabello dentro de un pequeño compartimiento de su mochila —. Sabes muy bien que Rubén se deprime por cualquier cosa.
— Lo siento, Rub — repitió Lana, procurando ponerse seria —. Realmente lo siento.
— ¿Por qué no vamos a contar el dinero de una vez? — propuso Rubén con impaciencia, cogiendo la bolsa de lona verde —. Cuanto antes le entreguemos esto al señor Llanos mucho mejor para todos.
Rubén se encamino hacia el despacho del directos mientras Irina y Lana lo seguían a corta distancia.
Nada más doblar la esquina del pasillo vio otra vez al chico nuevo.
Primero observo sus ojos oscuros y preocupados. Luego se fijó en la expresión de angustia de su pálido rostro.
Lanzó un grito sofocado cuando vio el brillante charco que había en el suelo, a sus pies.
— Por favor, ayudame... — suplicó él chico dirigiéndose a Rubén.
Entonces él descubrió la sangre que goteaba del brazo del muchacho.
Lanzando un grito de alarma, Rubén corrio hacia él, seguido de cerca por sus dos amigas.El chico jadeaba y era evidente que sentía un dolor intenso.
La sangre iba empapando la manga de su camisa blanca.— ¿Qué ha ocurrido? — grito Lana.
— No-no es nada grave como parece — dijo el chico, sosteniendo alzada la manga —. De verdad que no es tan grave.
— Pero... toda esa sangre... — comenzó a decir Irina.
Rubén retrocedió, abrazado con fuerza a la bolsa del dinero que sostenía junto al pecho, como si fuera un escudo.
— Si pudierais ayudarme a encontrar el consultorio de la enfermera — dijo el chico —. Soy nuevo aquí y no sé dónde está la enfermería.
— Yo te llevaré — dijo Irina, cogiéndole por el brazo sano.
— Yo también voy — añadió Lana con rapidez —. El consultorio está por allí, subiendo esas escaleras. Normalmente la enfermera se queda hasta tarde. ¿Qué ha sucedido?
— Sólo ha sido un tonto accidente — dijo él, sacudiendo la cabeza mientras unos mechones de su cabello le caían sobre la frente. Miro por un instante a Rubén —: Estaba tratando de ayudar a una chica. Fuera de la escuela. Su bicicleta se había atascado en la cerca que hay detrás del aparcamiento.
Hizo una mueca de dolor.
Rubén echó un vistazo al charco de sangre que se formaba en el suelo.
— Cuando conseguí liberar la bici — prosiguió el chico —, al tirar de ella el alambre de la cerca me hizo un corte en el brazo. ¡Zas!
— Vamos a ver si la enfermera todavía está en el consultorio — le apremió Irina, sosteniendo el brazo del chico —. ¿Cómo te llamas?
— Reborn — repuso él.
Irina y Lana condujeron hacia las escaleras.
— Yo... creo que será mejor que lleve el dinero a la oficina del director — gritó Rubén a sus espaldas.
Pero sus amigas estaban hablando animadamente con Reborn y no le contestaron.
— Reunanse conmigo allí, ¿de acuerdo? — les gritó Rubén.
El grupo desapareció tras la esquina del pasillo.
Evitando pisar el charco de sangre y llevando la bolsa de lona verde, Rubén se dirigió muy abatido hacia el despacho del director.
— No es justo — murmuró para si mismo, en voz muy baja —. Yo le ví primero.
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𝐓𝐡𝐞 𝐍𝐞𝐰 𝐆𝐮𝐲 ¡! [Ruborn]
FanfictionCuando el guapo y misterioso Reborn llegó a Assaet High, todas las chicas querían salir con él, incluso aquellas que ya tenían novio. Rubén, Lana e Irina llegaron a hacer una apuesta: ¿quién de ellos conseguiría la primera cita con el chico? Pero en...