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En el despacho exterior de la dirección, Rubén había hechado el dinero sobre la mesa redonda y empezaba a clasificar los billetes cuando Irina y Lana regresaron.

— ¿Habéis encontrado a la enfermera? — les preguntó, observándolas por encima del montón de dinero.

Irina asintió con su gran sonrisa dibujada en su rostro.

— Sí, le hemos salvado la vida a Reborn. Ahora nos debe mucho.

— ¡Creo que me he enamorado! — soltó Lana.

— Es realmente encantador — asintió Irina, sentándose a la mesa —. ¿Crees que se ríe alguna vez?

— ¿Y a quién le importa eso? — repuso Lana, recogiendo un fajo de billetes y comenzando a contarlos rápidamente entre los dedos —. Es fantástico. ¿De dónde habrá venido?

Irina se encogió de hombros.

— Me gustan sus ojos. Cuando te miran parecen capaces de atravesarte. Estuvo mirándome como si...

— Oigan... ¡fui yo quien le vio primero! — estalló Rubén , sorprendido por el tono colérico de su propia voz.

Asombrada, Irina abrió los ojos como platos.

— Dinos Rubén... ¿te gusta él? No le has dirigido la palabra ni una sola vez...

— ¿Por qué no has ido con nosotras a la enfermería? — quiso saber Lana, sentándose a su vez a la mesa.

— No-no lo sé — tartamudeó Rubén notando que se le subían los colores a la cara.

— ¡Anda, si te has ruborizado! — se burlo Lana, señalando a su amigo.

— Oye, Rubén, tienes que dejar de una vez por todas de mostrarte tan tímido con los chicos — le aconsejó Irina con aire distraído mientras iniciaba la cuenta de un fajo de billetes —. ¿Sabes? Los chicos no pueden adivinar que a ti te gustan.

— Presta atención a la mujer de experiencia — comento Lana, poniendo los ojos en blanco.

Irina se echó hacia atrás los cabellos algo rubios.

— Lo que yo haría sería ir directamente al encuentro de Reborn y decirle «Vamos a tomar un refresco después de clase». O tal vez le pidiera que me acompañará al cine el sábado por la noche.

Lana dejó caer los billetes que estaba contando.

— ¿Ah, sí? ¿Eso es lo que le dirías a Reborn? ¿No te estás olvidando de Mafer?

Por toda respuesta Irina le dedicó una mueca sardónica.

— Mafer es como cualquier chica. Realmente no me explico qué es lo que ves en ella — dijo Lana, esquivando la mirada de Irina.

— Supongo que no tienes en cuenta el hecho de que es bonita, muy lista, que conduce el coche más genial de toda Andorra y, naturalmente, que el año pasado ganó el premio a mejor diseño de ropa, ¿no es verdad? — replicó Irina a la defensiva.

Rubén podría haber suscrito aquel listado de virtudes. Debía confesar que sentía hacia Mafer una atracción muy fuerte y... secreta.

— Admítelo, Irina, la mayor admiradora de Mafer es la propia Mafer — dijo Lana, evitando todavía mirar de frente a su amiga —. Es tan creída que, francamente, me enferma ver el modo en que vas tras ella como una tonta muerta de amor.

Irina lanzó un chillido furioso. Luego inspiró profundamente.

— No pienso enfadarme contigo, Lana — dijo con serenidad —. Me das pena.

𝐓𝐡𝐞 𝐍𝐞𝐰 𝐆𝐮𝐲 ¡! [Ruborn]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora