A Rubén se le oprimió la garganta, y notó cómo le latía el pulso en las sienes. Pensó inmediatamente en sus padres y lo terriblemente decepcionados que se sentirían.
Fijó la mirada en Sara. Pobre Sara. Había trabajado tan duro por las tardes al salir del instituto, en dos sitios diferentes, para ganar el dinero suficiente para ir a Madrid el próximo otoño. Y ahora todos sus planes se habían ido a la basura.
«¡No es justo!» Las palabras se formaron en su mente, pero no fue capaz de pronunciarlas.
Fue entonces cuando se dió cuenta de que el señor Llanos estaba sonriendo muy divertido.
— Os he dado un susto de muerte, ¿no es así? — dijo el director, que se hecho a reír con unas carcajadas que posiblemente le dejaban sin aire.
Rubén y sus amistades eran incapaces de reaccionar.
— Está bien, de acuerdo, la gente dice que tengo un sentimiento del humor pesado — dijo el señor Llanos —. Lo siento. Pero los directores tienen que divertirse alguna vez... ¿no?
— Ja, ja, sí señor, ha sido una broma estupenda — dijo Mafer, que fue la primera en romper el silencio.
Los demás le corearon con unas risas pocos entusiastas.
Rubén pensó con melancolía que aquél era el día de las bromas desagradables. Por algún razón, la imagen de Reborn pasó como un relámpago por su pensamiento. Se preguntó si se encontraría bien y si todavía se hallaría en el edificio.— No puedo suspenderlos, muchachos. — dijo el director, mirando a Rubén —. Vosotros tres, Lana, Irina y tú, Rubén, habéis organizado el baile de mayor éxito en toda la historia de Assaet High.
— ¡Eso es fantástico! — grito Lana.
— ¡Uau, sí, somos un éxito! — exclamó Irina chocando su mano contra la de Rubén.
La expresión del señor Llanos se ensombrenció cuando se volvió hacia Sara y Mafer.
— ¿Qué estáis haciendo aquí? — preguntó.
— Oh, sí... pues... yo iba camino a mi taller de diseño — dijo Mafer, rascándose ligeramente sus cabellos oscuros con nerviosismo, mientras que sus mejillas se teñían de rubor.
— ¿Y por qué razón no estás allí ahora, dibujando? — quiso saber el señor Llanos.
— La señora Muñoz me pidió que entregará esto a una de las chicas, o en su caso, a Rubén — dijo Mafer, introduciendo la mano en uno de sus bolsillos.
Unos cuantos billetes cayeron al suelo.
Mafer dió la vuelta a los bolsillos de su sudadera y más billetes revolotearon hacia el suelo para reunirse con los anteriores.— Buenooo... dónde está lo que... — murmuró Mafer hasta que, por fin encontró lo que buscaba, una pequeña llave plateada. Entregó la llave a Lana.
Rubén la reconoció de inmediato. Era la llave del archivador donde el comité del baile guardaba sus ingresos y otros materiales.
El señor Llanos miró fijamente a Sara.
— ¿Qué explicación me das, muchachita?
— Bueno... pensé que tal vez... yo podría... echarles una mano — repuso Sara, tirando de su camisa y dejando caer unos billetes más.
— Quizá fueras de mayor utilidad si te marcharas de aquí, ¿no crees? — preguntó el señor Llanos secamente.
— Hasta luego — dijo Sara, haciendo un rápido gesto de despedida a sus amistades. Luego se volvió hacia Lana y añadió —: Yo... bueno... ya sabes... estaré esperándote...
Sara desapareció por la puerta y Mafer le siguió un instante más tarde.
— Siento mucho lo sucedido, señor Llanos — dijo Lana tímidamente —. Se suponía que Sara y yo íbamos a dar un paseo por las galerías comerciales de Lourdes Street en cuanto acabara de contar el dinero. Pero entonces apareció Mafer y...
— Fue... fue culpa mía, señor Llanos — la interrumpió Irina —. Olvidé la llave cuando recogí los ingresos de la señora Muñoz...
El director bajó la mirada hasta posarla en los billetes dispersos en el suelo de la habitación...
— Imagino que aún no habéis finalizado vuestra labor.
Los tres sacudieron la cabeza negativamente.
— Muy bien, daos prisa y así todos podremos marcharnos de aquí — dijo el director con un suspiro.
Se dio la vuelta y estaba apunto de desaparecer en el interior de su despacho cuando volvió a asomar la cabeza.
— Una cosa más, todo cuanto encuentre en el suelo me lo quedaré para mí... ¿lo habéis comprendido?
Diez minutos más tarde Rubén y sus amigas habían finalizado la tarea. Los billetes estaban contados y perfectamente distribuidos en fajos sobre la mesa. Las monedas, empaquetadas en rollos, se hallaban junto a los billetes.
— Y la suma total es de mil doscientos cuarenta y un pavos y sesenta y cinco centavos — anunció Rubén, anotando la cifra en una hoja de papel —. No puedo creer que lo hemos conseguido. Supongo que se debe al hecho de haber contratado una banda en vivo, ya sabéis, es mucho mejor que un tocadiscos y montones de esos de vinilo.
— Ese dinero serviría para pagar un montón de facturas que tenemos en casa — dijo Lana con un suspiro.
— También alcanzaría para corrernos una buena juerga e irnos de compras a Lonely's... — exclamó Irina con los ojos brillantes de alegría.
— ¡Ni se te ocurra tocarlo! — la riño Rubén en broma apartándole las manos.
Luego metió los billetes y las monedas dentro de la bolsa de lona verde y añadió la hoja de papel en la que había anotado el total de lo recaudado.
Lana abrió un cajón del archivador y colocó allí la bolsa de lona.Rubén llamo suavemente a la puerta del despacho del señor Llanos.
— Adelante.
Los tres entraron en la oficina del director. Esté se hallaba sentado tras su escritorio, hablando por teléfono, y tenía una expresión muy estresada. Levantó los ojos al cielo en gesto de impotencia e indicó que tomaran asiento.
— Señor Díaz... señor Díaz, si tuviera la amabilidad de escucharme unos segundos... — dijo hablando al auricular.
Lana se inclinó sobre Rubén y le murmuró al oído:
— Tengo la impresión de que Sara todavía está esperándome en el vestíbulo. Será mejor que valla a decirle que no me espere. No me gustaría que llegara tarde a su trabajo.
Rubén asintió.
Lana se puso de pie y salió de la habitación silenciosamente, para regresar al cabo de unos minutos.
El director continuaba hablando por teléfono, rogando al señor Díaz que le diera una oportunidad de explicarse.Irina echó una mirada a su reloj, luego se inclinó hacia Rubén y dijo:
— Será mejor que llame a mi casa y les diga que llegaré tarde.
Rubén asintió e Irina salió del despacho.
Rubén miró a su alrededor en busca de algo interesante que le sirviera de distracción para que el tiempo pasara con mayor rapidez. Su mirada se posó sobre una fotografía en la que se veían tres chicos con atuendo de fútbol, completamente cubiertos de lodo y abrazados unos a otros por los hombros. Sus amplias sonrisas evidenciaban que acababan de ganar un partido muy importante.
Rubén descubrió con asombro que el chico que estaba en medio no era otro que el señor Llanos. Pensó entonces que había sido un muchacho muy guapo, hacia ya muchos años.
Irina regresó y se sentó junto a él. Rubén echó un vistazo a su reloj y notó con sorpresa que Irina había estado afuera por espacio de cinco minutos.
Por fin, el señor Llanos colgó el auricular con una expresión de abatimiento. Mientras se volvía hacia ellos y se pasaba las manos por su cabello de manera reflexiva...
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𝐓𝐡𝐞 𝐍𝐞𝐰 𝐆𝐮𝐲 ¡! [Ruborn]
FanfictionCuando el guapo y misterioso Reborn llegó a Assaet High, todas las chicas querían salir con él, incluso aquellas que ya tenían novio. Rubén, Lana e Irina llegaron a hacer una apuesta: ¿quién de ellos conseguiría la primera cita con el chico? Pero en...