La comisaría de la policía parecía salida de una serie de televisión. Detrás del mostrador de entrada había un sargento grueso, de modales bruscos. Los teléfonos sonaban incesantemente sobre los mellados escritorios de metal gris. Los terminales de ordenador brillaban y zumbaban por todas partes y en el fondo de la amplia habitación de los patrulleros Rubén observó a dos oficiales que se arrojaban bandas elásticas el uno al otro.
Miró a Sara, que caminaba a su lado. Tenía su cabello pegado a la frente. Sus ojos se veían tristes e inyectados de sangre. Bajo las luces fluorescentes del techo su tez estaba pálida como la de un fantasma.
Hacía ya casi una hora que estaban allí.
— Lo siento. Siento que hayáis tenido que venir aquí está tarde — dijo el teniente Alejandro, guiándoles hasta la sala de espera que había al frente del edificio.
El teniente Alejandro Bravo era un hombre joven con una voz a veces muy chillona pero a la vez suave y modales amables, de vez en cuando.
— Sé que ambos os sentís terriblemente conmocionados por lo que habéis descubierto esta mañana.
Rubén asintió, esforzándose por no llorar.
Había sido capaz de responder una a una todas las preguntas del teniente sin derramar una sola lágrima. ¿Por qué razón se sentía ahora tan abatido, con ganas de sollozar a gritos?
— No os hubiera pedido que vinieran — prosiguió el teniente con suavidad, colocando una mano sobre el hombro de cada uno de los chicos —, pero los dos conocías muy bien a la víctima. Y sé positivamente que cuanto me digáis acerca de Lanita nos ayudará a encontrar a su asesino.
«Asesino.»
La palabra penetró a través del cerebro de Rubén como si se tratara de un estilete afilado.
Aspiró profundamente y trató de conservar el aire en sus pulmones.«No voy a llorar — pensó —. No voy a llorar en este sitio. Y no lloraré hasta que esté de regreso en mi casa.»
— ¿Vuestros padres os están aguardando fuera? — preguntó el teniente Alejandro.
Rubén y Sara asintieron con un movimiento de cabeza.
De repente, la puerta de la oficina de detectives se abrió y Reborn se presentó ante ellos. Dos oficiales de rostro grave le escoltaban.
Rubén sintió que su corazón dejaba de latir.
«Está vivo — se dijo con alivio —. ¡Reborn está bien!»
A Reborn le llevó un momento reconocer a Sara y Rubén. Parecía sumido en sus propios pensamientos y su expresión era tensa y preocupada.
— Hola, Rubén — dijo con suavidad cuando finalmente descubrió su presencia—. Sara...
— Reborn... ¿estás bien? — exclamó Rubén.
— Yo-yo no puedo creer que todo esto esté sucediendo —repuso el chico, sacudiendo con fuerza la cabeza, como si intentara librarse de sus pensamientos —. ¿Cómo puede ser que Lana esté muerta?
Sara lanzó un gemido de dolor.
Los dos oficiales intentaron que Reborn continuara andando, pero él se detuvo delante de Rubén y sus ojos oscuros escudriñaron los de él.
— Tuve que regresar a Suits esta mañana muy temprano — le explicó Reborn —. Con mis padres. Acabo de llegar hace sólo unos minutos. La policía... me esperaba en casa. Me dijieron... lo que le ha ocurrido a Lana. Yo-yo — Su voz se quebró y Reborn inclinó la cabeza sobre el pecho, abatido.
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𝐓𝐡𝐞 𝐍𝐞𝐰 𝐆𝐮𝐲 ¡! [Ruborn]
FanfictionCuando el guapo y misterioso Reborn llegó a Assaet High, todas las chicas querían salir con él, incluso aquellas que ya tenían novio. Rubén, Lana e Irina llegaron a hacer una apuesta: ¿quién de ellos conseguiría la primera cita con el chico? Pero en...