Capítulo 1: El extraño chico de la cafetería

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Si la lluvia pudiera conectar el cielo y la tierra sería ¿qué así nos hemos encontrado tú y yo?,
si pudiera pedirle a Dios un anhelo, no desearía que fuera otra cosa que ese día, ¿acaso debo esperar a qué la luna se convierta en sol para verte?,
yo cambiaría mil años solo por volver a tenerte entre mis brazos.

Aún no entiendo, ¿cómo llegamos a este momento?, ¿cómo he llegado a esto?, a mirar el rostro del hombre que se ha convertido en el amor de mi vida, con una sonrisa fingida, para tranquilizarme, ¿cómo podría?, si lo voy a ver morir frente a mis ojos y ni siquiera puedo hacer algo para evitarlo, por más que grito parece que mis voz no llega, solo estoy aquí frente a él, sujetada por estos malditos asesinos al igual que él, que parece ya no soportar más, es inútil, soy inútil, lo golpearon, hasta casi matarlo, y yo, solo lloró mientras me agarran, ¿por qué?, ¿por qué nunca pude decirle qué lo amaba?, ¿por qué nunca antes pude besar esos labios?; quizá para tener una respuesta debería volver sobre mis pasos al día en que él y yo nos conocimos.

Era verano, temporada de lluvias, aquella fría mañana comenzó con una llovizna helada que se negó a irse, todo el día desde el alba hasta el anochecer la lluvia se mantuvo constante, haciendo el día deprimente, me encantan estos días, frescos, donde el sol queda oculto entre las nubes, la suave bruma se deja caer con la niebla, que se respira la húmedad mientras caminas, como flotar entre suave algodón, mi madre como todos los días me despertó para ir a la escuela, mi último año de preparatoria, estudiaba duró cada día para el exámen de ingreso a la universidad, me levanté a desayunar como todos los días, tomé mi mochila y mi sombrilla azul, la lluvia había empapado todo, los charcos se formaban en el asfalto, las calles se adornaban con gente que iba y venía indiferente con su paraguas de diferentes colores y tamaños, creando un peculiar espectáculo en ese melancólico día, como si aquellas gotas de agua fueran las lágrimas del cielo.

No era la chica más lista, ni la más popular de la escuela, si tuviera que decirlo era un estudiante promedio, sin nada de especial, solo era una chica de linda según mis compañeros, más de uno de ellos me había dicho halagos por mi figura, inclus...

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No era la chica más lista, ni la más popular de la escuela, si tuviera que decirlo era un estudiante promedio, sin nada de especial, solo era una chica de linda según mis compañeros, más de uno de ellos me había dicho halagos por mi figura, incluso mi cabello, nunca me he sentido lo suficientemente segura para decir que soy una mujer bonita, aún cuando tengo una silueta impecable, solo soy Inoue Orihime, si he tenido un par de novios ha sido mucho, me siento ha escuchar las clases en la fila junto a la ventana, a la mitad de las bancas, no me gusta llamar la atención, me gusta mirar por la ventana la lluvia caer, mojar el cristal y formar caminitos con las gotas, apreciar la bruma que se esparcia por el campus, en un tono de luz blanca grisáceo, dibujando un sol blanco, igual que una perla, se fueron acumulando las tareas, los trabajos e investigaciones, aquellos profesores fueron despiadados con la cantidad de labores, mi turno es de 7 de la mañana hasta las 2 de la tarde, la lluvia arrecio aún más, pequeñas inundaciones se presentaron por toda la ciudad.

Yo tenía que viajar de un lado al otro de la ciudad para llegar a casa desde la escuela, tenía muchos trabajos por realizar, la biblioteca no estaba lejos de mi domicilio, evaluando mis opciones, conciderando que no tengo computadora ni acceso a Internet, aún con lo moderno del mundo a mi alrededor, solo me quedaba ir a realizar todos mis reportes a mano, así terminaría a tiempo antes de que cerrará la biblioteca, yo llegaba a las tres y media o cuatro de la tarde, eso me dejaba cerca de 2 horas para hacer mis tareas, pero no conté con el tráfico, eso retraso mucho mi llegada, tal vez demasiado, cuando arribe a casa eran ¡las cinco de la tarde!, no tenía más que una escasa hora para ir a la biblioteca, pero mi madre me interceptó, me obligó a comer antes de ir a estudiar, por muy rápido que comí el tiempo se me había ido de las manos, siendo una mujer precavida, tome mi mochila, mi paraguas, mis botas de agua, pedí dinero a mi madre para pagar la renta de una computadora por si no llegaba a la biblioteca.

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