Capítulo 2: El dije de Luna

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Deja que la luna sea la cuna de tus sueños,
nunca pensaste en esos momentos cuando éramos niños,
¿acaso no buscas la felicidad?,
¿acaso eres incapaz de ver la verdad?, mira las estrellas, mira tu inocencia,
mira como las estaciones pasan, día
y noche son las manecillas de un reloj intangible e inexacto, arena veloz, cambiante, serpenteante, insolente, déjate mecer en los anhelos
de la luna, recupera esos dulces sentimientos,
no sólo pienses con la mente,
razona con el corazón en ocasiones.

A la mañana siguiente, apenas unas horas después de mi llegada a casa, me levantó mi mamá para que me fuera a la escuela, el ambiente era fresco, con una brisa húmeda, la niebla empezó a levantarse cuando el alba iluminó el cielo, me di baño ligero para poder despertarme, tomé una taza de café, una rebanada de pan tostado con mermelada, comí deprisa, sujete mi mochila, salí de allí rápido para llegar a la escuela, aún quedaba un largo camino, la lluvia intensa había dejado sus problemas, provocó un gran caos, un tráfico terrible, incluso me quedé dormida a punto de quedarme en el transporte.

Arribe a la puerta de la preparatoria apenas a tiempo para empezar las clases, pero un tumulto de estudiantes se aglomeraban en todo el patio y estacionamiento, los cuchicheos, gritos y alaridos hacían un escándalo, me pregunté: "¿qué puede ser tan interesante para reunir a toda la escuela?", fui avanzando a través de todo ese gentío, entonces lo vi a cierta distancia, era Ulquiorra, ¡vaya presumido!, estaba en medio del patio, recostado sobre una brillante motocicletas deportiva, no se cómo hacía para estar tan cómodo y despreocupado sobre el vehículo, ignorando a los que estaban alrededor, soplaba dientes de león con una mano, con la otra sostenía un ramo de estás, me acerque tanto como me fue posible para que pudiera escucharme.

- ¿¡Joven Ulquiorra!?, ¿qué hace aquí?  (en ese momento note que vestía el uniforme de la escuela), ¿por qué viste así? - le dije lo más fuerte que pude sin gritar

El pelinegro se giró y me miró, entonces se enderezó, en un costado de la moto estaba colgada una mochila, la tomó, la abrió y me mostró... ¡mi libreta con apuntes!

- Eres bastante torpe (eso me dolió bastante), olvidaste tus tareas en el café, cuando regresé las encontré, así que las a liste y te las traje... - me dijo con su singular calma

- Eso no me responde porque vistes ese uniforme... - dije haciendo un puchero mientras tomaba mi cuaderno

Note que todas las chicas me miraban con recelo, alcanzaba a escuchar sus palabras de rabia por hablar con Ulquiorra de forma tan liberal.

- Digamos que "estudió" en esta escuela... - dijo solemne

- Eso no me dijiste ayer... - dije aún molesta por su actitud

- No me preguntaste... - dijo con frialdad

Ese fue otro golpe bajo, ¡demonios!, tenía razón.

- Eso no justifica que estaciones la moto a la mitad del patio... - continúe

- No iba a ir buscándote de salón en salón, para darte tu libreta, pero si me quedaba en la entrada antes de que abriera la escuela era seguro que te encontraría, es simple lógica... - dijo sin sutileza

Eso también me molestó, era un hombre inexpresivo, era frío como el hielo, de pensamiento racional, quizás demasiado, siempre tenía una respuesta y una solución simple para todo.

- Gracias por traer mis cosas... no tenías que molestarte... - dije resignada

- No importa... espera a que estacione la moto, te llevo a tu salón... - dijo sereno

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