Capítulo 3: Sombras extrañas

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¿Qué es el pasado?, no es más que un recuerdo olvidado, ¿qué es el futuro?, sólo lo que puede o no pasar, esa incertidumbre de lo que esperamos, ¿qué es el presente?, este regalo que se vuelve una realidad o una mentira, ¿qué es lo que queda?, si ya no se comprende la diferencia entre los tiempos, cuando todos son sólo el dolor de las heridas, el vacío que deja la felicidad y el amor cuando se acaban.

Una vez que llegamos nuevamente me ayudó a bajar de la motocicleta, tomó las llaves de su bolsillo, abrió la puerta de la cafetería, las devolvió a su pantalón.

- Entra y espérame... ¡no toques nada mujer! - exclamó el ojiverde

- Esta bien, esta bien... - le respondí

Suspiro, sujetó el manubrio de la moto y se la llevó a alguna parte, yo ingresé al recinto, el olor a café era agradable aunque estaba bastante oscuro, de aquella puerta oculta se abrió una luz, apareció de está el pelinegro, comenzó a encender las luces, las máquinas, deslizar las persianas, con una fría naturalidad.

- Toma asiento, empieza con tus tareas... toma... (me extendió la tarjeta de inicio) - dijo el caballero

- Gracias... - le contesté

Me sentí un poco extraña, pero empeze a teclear lo que necesitaba en la computadora.

- Un café con dos terrones, ¿verdad? - me habló desde el mostrador

- ¡He!, sí pero ¿no tiene costo extra? - le dije preocupada por mi economía

- Ya te lo dije, no me hagas repetirlo, es un café de primera clase, es obvio que debe tener algún costo, pero la comodidad y atención para mis clientes es importante... - dijo con gesto serio

- Sonaste igual que un mercadologo... - dije en tono de queja

- Entre muchas otras profesiones... - dijo con frialdad

- Luces muy joven para saber tantas cosas... - dije con sarcasmo

- Nunca escuchaste la frase "las apariencias engañan..." - me respondió

Realmente tenía una respuesta para cada ocasión, aunque si lo pienso no era un gran conversador, más bien solo me contestaba lo que le decía, seguí con mis estudios, no tenía caso ponerse a replicar, llegaron algunos clientes más, pero como si de una alarma se tratará a las 4 en punto empezó a cerrar.

- Tenemos que irnos... - dijo el ojiverde

- ¡Espera un minuto!, ¡ya termine!, pero ¿por qué la prisa? - dije mientras imprimía

- Te dije que tenía cosas que hacer... apresurate... - me dijo sin tacto

Se dirigió a cerrar puerta, persianas, apagó los equipos, la cafetera, después regresó conmigo.

- ¡Ya tengo todo!, ¡vámonos! - dije nerviosa

Agarré mi mochila, guardé los documentos y libretas apresuradamente.

- Por cierto, ¿qué pasó con el casco que te presté la otra noche? - dijo el pelinegro tomando mi muñeca

Me llevó hasta la puerta oculta, me hizo entrar, era la sala de descanso de una casa, pero la decoración me pareció peculiar, blancas paredes, con artículos de toda clase pero muy antiguos, lámparas, alfombras, cuadros, muebles, retratos, relojes, parecía más una casa de antigüedades que el departamento de un joven soltero.

- Lo dejé en mi casa, pensé en traerlo cuando viniera, claro que no pensé que fuera tan pronto... - comenté

- Conservalo, presiento que nos veremos seguido, pero no olvides llevarlo contigo... - me pidió el ojiverde

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