Memorias 7: Mis Últimos recuerdos

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Una vez que se firmó la independencia de el ahora Estados Unidos de América, desaparecí de la vista de los padre fundadores, del ejército y del orden público. Me interné en las montañas, viví solo en Alaska como un cazador un largo tiempo. Cuando salí de ese sitio había construido una acogedora casa, había aprendido como vivir en un clima tan extremo. Si lo que se aproximaba en poco más de 500 años era muy importante que no dependiera solo de mi magia. Ya había vivido como ermitaño. Ser un cazador y pescador solo me hizo un poco más duro.

En Estados Unidos de América la locura por el petróleo y la revolución industrial estaba en su apogeo. Decidí ignorar todo ese caos. Así que migre a Europa, más exactamente me uní a Alemania. Tiempo después inició la primera guerra mundial. En la cual terminé enlistado. Tenía algunas afinidades con el fascismo. No me agradaba mucho el capitalismo. Además me gustaba buscar la evolución del hombre en la selección de lo mejor de la especie. Por eso aunque perdió la batalla en aquella ocasión seguí con el partido nazi.

Estuve en experimentos, en el desarrollo de armas, en las trincheras, padeciendo hambre, pero todo fue inútil. Perdimos nuevamente y todo por no dejar de fuera a Estados Unidos. No los odiaba porque alguna vez fui parte de su independencia, aunque sí estaba molesto con los altos rangos por no aliar a Latinoamerica con nosotros contra Estados Unidos. Indignado me fui a la URSS quien también estaba en decadencia. Lo que le hicieron a las princesas... al zar era terrible... aún más enojado por ello me infiltre para obtener información. Me dirigí con papeles y demás a la vieja Inglaterra. Pará darles los pormenores de todo lo que sabía. Así me convertí en espía.

Conocía bien Europa, así que no me era difícil moverme por los distintos países. Es cierto que la tensión de Alemania se incremento con el muro de Berlín, pero si tenías algunos contactos era más sencillo pasar. Así terminé en la guerra fría. Era una época incierta, todos desconfiaban de todos. Aunque ese mismo miedo hizo al hombre más precavido, esos de la posguerra fueron de los mejores que viví. La gente era amable, las mujeres tenían una mayor importancia en la sociedad, se hicieron grandes avances en ciencia y tecnología. Pará los países que supieron aprovechar esta oportunidad como la propia Alemania y Japón, crecieron enormemente.

En ocasiones desaparecían por años para evitar que se dieran cuenta de que no envejecia. Volvía cómo hijo o sobrino de mi mismo. Conocía a muchas personas y estuve en laboratorios secretos así fue como pasé de ser espía militar a farmacéutico. Llegué a falsificar toda clase de documentos legales, pasaportes, actas de nacimiento, visa, certificados, actas de defunción y matrimonio. En algún momento era tan fácil fingir ser cualquier persona que perdí mi identidad, ya no tenía un nombre propio, había tomado homónimos.

En mi último trabajo como espía obtuve una fórmula con una droga de esteroides experimental, fui contratado por Rusia. Así me infiltre en el pentágono y otros lugares para obtener las muestras, pero me quedé vacío. Sin un propósito, sin sentimientos, ni escrúpulos. Desolado por lo que ya no era me di por muerto e inicie con las grandes cantidades de oro que tenía puse la cafetería con mi primer nombre cuando fui espía inglés: Ulquiorra Ciffer.

He olvidado casi todos mis otros nombres, mis falsas y huecas identidades. A siglos de mi nacimiento he perdido muchos de mis recuerdos y otros son sólo fantasmas de lo que fui. En varios momentos estuve a punto de perder mi cordura más de una vez. La vida dejó de tener sentido de lo frágil que resultaba. El dolor se volvió un antagonista en mi vida, que ya ni siquiera resultaba interesante. Por un instante estuve a punto de olvidar todo lo que me había dejado Merlín. La razón de mi larga espera, hasta que te conocí el día que entraste a mi cafetería. Ya no creía en romances de cuentos, ni en ridículas novelas. No eran más que ilusiones estúpidas de algo que nunca tuve.

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