Pasión 4: Lo que nunca podré Vivir

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Se adentraron en la bella ciudad, tanta gente iba y venía. Pero iban tan rápido que apenas podía admirar las estructuras. Orihime apenas empezaba a darse cuenta de lo difícil que era vivir así. Ante los ojos de los comunes paseantes no eran más que un dúo de turistas que recorría las calles como otros tantos. Sin embargo esto no era del todo cierto, ellos eran diferentes, como en un cliché de una película de acción.

No era tan dramático como en esos tramas dónde te persiguen 50 patrullas y un ejército de 100 hombres, aquí apenas eran 5 o 6 botes y unos 25 o 30 hombres. Aunque al recorrer la ciudad se dio cuenta de algunas cosas que quería hacer con Ulquiorra y que quizá nunca iba a poder hacer. Aún en todo aquello había algo que nadie más podía tener, viajar en animales que sólo eran mitos, ver el uso de la magia como nadie y conocer a un mago de más de 100 años guapo.

Recorrieron unas calles más antes de llegar a un lugar donde había un nuevo retén. Al verlo desviaron su camino en un giró rápido de 90° hacia la izquierda para evadirlo.

- ¡Sujetate fuerte! - exclamó el de ahora ojos dorados

- Sí Ulquiorra... - dijo la chica

La pelirroja se abrazó aún más fuerte.

- Ulquiorra si quieres avanzar más rápido vas a tener que dejarnos... además ya llegó el tiempo de que esto se terminé y reinicié la era de los magos... - dijo el caballo

- Lo sé. Sabía que llegaría el día en que iba a tener que despedirme de ustedes tarde o temprano... dejarlos volver a casa... - dijo el de cabello blanco

Un grupo de 5 patrullas los seguía a cierta distancia, entonces desviaron nuevamente su camino hacia las campiñas a través de una sinuosa carretera. Un nudo apretó su garganta y un agudo dolor se alojó en el pecho del caballero. La de ojos grises notó el pesar de su amado.

- ¿Estás bien Ulquiorra? - preguntó la dama

- Ellos han sido mis amigos y compañeros... desde hace más de 50 años... gracias a ellos no enloquecí... - dijo melancólico el hombre

- No llores Ulquiorra... las lágrimas de un mago son tan valiosas como un diamante... recuerda que sólo tú puedes despertar a Merlín... - comentó el equino

- Un mago no debe mostrar emociones. Se cuál es mi tarea para terminar mi último trabajo como mago de este mundo... como hombre en este tiempo... pero eso no hace más fácil la despedida... - dijo el caballero

- Tampoco es fácil para nosotros, pero por ese aprecio es que también debemos continuar... - dijo el caballo

- Te lo encargo entonces Horco... - dijo con un profundo suspiro el mago quien desde su varita salió una pequeña piedra roja

El extraño animal de piel negra atrapó la gema.

- Solo debes quebrarla. Al hacerlo se abrirá el portal a tu mundo... - comentó el de pálida piel

- De acuerdo... Ulquiorra... gracias y adiós... - dijo el caballo

El animal dio media vuelta y se dirigió hacia los perseguidores. Delante se dibujaba un bosque y una colina.

- ¿Va a estar bien? - preguntó la pelirroja

- No se preocupe señorita Orihime... él va estar bien... nosotros somos los que debemos darnos prisa... - dijo el felino

- Tendremos que irnos en otra forma... - dijo el ave

Entonces el fénix hizo una profunda inhalación, incrementando su tamaño 5 veces.

- ¡Sujetense...! - exclamó el alado

Con sus garras agarró el grueso pelaje del leopardo y a la quimera de su larga cola.

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