viii. Dead

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— ¡Jadis! la reina de Narnia — gritaba un enano — ¡emperatriz de las islas solitarias!

Lo cuatro Pevensie y la única Williams se acercaron corriendo asustados.

Aslan avanzó unos pasos cuando bajaron el asiento de la bruja, quien se levantó rápidamente y caminó un poco.

— hay un traidor en tus tropas, Aslan — dijo después de ver a Edmund.

— traidor mi cola — murmuró Nailea.

Todos miraron a Edmund con pena y algunos con enojo, que se fueron en seguida cuando el león habló:

— su ofensa no le hizo ningún daño.

— olvidaste las leyes sobre las cuales Narnia se formo.

Aslan rugió enojado — no recites la gran magia ante mi, bruja. Estuve ahí cuando fue escrita.

— entonces sabes ya que...el traidor por ley es mío, su sangre es de mi propiedad.

Peter sacó su espada y dio un paso adelante.

— intenta llevártelo — mustió enojado.

— ¿y crees que lograrías por la fuerza negarme mi derecho, niño rey? — se burló ella — Aslan sabe que si no recibo lo que la ley demanda, toda Narnia va a ser devastada — volteó a ver a todos — y perecerá en fuego y agua, ese muchacho — señaló a Edmund — morira en la mesa de piedra, así lo dicta la tradición, es cierto y lo sabes bien.

— ¡tendrás que pasar sobre mi primero! — gritó Nailea colocándose frente a Edmund.

— oh, la niña defiende a su amorcito — se burló nuevamente — no eres nada, humana estupi...

— suficiente — la interrumpió Aslan — lo discutiré contigo a solas.

Dicho eso, ambos caminaron hasta la carpa de Aslan, dejando a todos preocupados y nerviosos.

— todo saldrá bien, Edmund — le dijo la pelirroja volteando a verlo — la única persona que morirá es ella — puso una mano en su hombro.

— gracias, Nai — sonrió a la niña.

Luego de un rato de espera, donde arrancaron pasto, bufaron, suspiraron y estallaron de rabia, ya imaginaran quien, Aslan y Jadis salieron de la tienda, haciendo que todos se pongan de pie.

La mujer miro a Edmund una última vez para luego encaminarse a su asiento.

— ha renunciado al sacrificio del hijo de Adán.

Todos se lanzaron a festejar, Edmund sonreía, mientras sus hermanos lo abrazaban.

— ¡¿como se que cumplirás tu promesa?! — gritó entre todos los festejos.

El león rugió, la mujer se sentó rápidamente y todos volvieron a aplaudir.

— ¡te lo dije! — chillo Nailea antes de abalanzarse sobre Edmund y abrazarlo con fuerza, haciendo sonreír a los demás hermanos, que miraban a los dos niños, que se balanceaban de un lado a otro, con ternura.

Al separarse, se miraron por un rato, las mejillas de ambos estaban rosas, de iniciativa, la pelirroja dejó un beso sonoro en la mejilla del azabache cuando ninguno de los tres Pevensie los estaba mirando. Edmund sonrió y la abrazo nuevamente para luego separarse.

Lucy fue la única que notó la tristeza de Aslan, el león solo la miro y se adentro en su carpa, dejando confundida a la pequeña.

En la noche, nadie se dio cuenta de que Susan y Lucy habían ido a seguir al el gran rey, todos dormían tan plácidamente que nadie se percató de la inasistencia del león.

Cuando la mañana llegó, Nailea se levantó un tanto cabizbaja, tenía un mal presentimiento, simplemente tomo uno de los vestidos nuevos que les dieron, de color gris y celeste opaco con decoraciones doradas, peinó su cabello en una media cola y salió de la carpa que no compartía con nadie.

Por impulso, se dirigió a la carpa de Aslan, no sabía el por que pero sentía le necesidad de ir, al llegar, vio a Peter, Edmund y Oreius fuera de ella, el día estaba oscuro, no tan soleado como el de ayer, no todo era felicidad y eso la aterraba.

— chicos — llamó, los tres se dieron vuelta para ver a la chica caminar hacia ellos — ¿por que todo esta tan...tan...

— ¿triste? — termino Oreius.

— exacto — lo apuntó — ¿que esta pasando? ¿y Aslan? creo que necesito hablar con...

— esta muerto, Nailea — dijo Peter fríamente.

— ¿que? — alzo sus cejas — no juegues con eso, Peter.

— ¿cuando yo jugué con algo tan serio? — su mejor amiga se quedo callada — no estoy jugando — negó.

— yo...por dios — tapó su boca impresionada, Edmund la miro un poco antes de acercarse y poner una mano en su hombro, en señal de apoyo.

— tendrás que ser el líder — le dijo Edmund a su hermano — Peter, hay todo un ejército, que esta listo para seguirte.

— no puedo hacerlo — miro al menor.

— Aslan confiaba en ti, y yo también — admitió.

— el ejercito de la bruja se acerca, señor — informó Oreius — ¿que ordena?.



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