vii. Lucy

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— Caspian — habló Nailea viendo al mayor con el catalejo en su mano.

El solo la ignoro.

— Caspiaaaan — alargó la «a».

Volvió a ignorarla.

— ¡oh vamos! no puedes ignorarme todo el día.

— si puedo — dijo aún dándole la espalda.

— ¡lo hiciste!, acabas de hablarme.

— yo no hice...mierda — se retractó volteando a verla.

— la boca, muchacho — Rose paso por su lado y le golpeó levemente la cabeza.

— perdón — bufo — ¿necesitas algo? — dice cortante a la menor.

— no puedes seguir ignorándome — se acercó con las manos entrelazadas en su espalda.

— ¡te burlaste de mi cabello!.

— ¡te burlaste de mi novio!.

— no, no me burle de Edmund — la apunto — solo dije que es ridiculo que le digas que es lindo todo el tiempo.

— ¿por que lo es? — se cruzó de brazos.

— porque si no quedará como Peter — guardo el catalejo — además, ya lo sabe.

— ¿como puedes saber eso?.

El la miro incrédulo — se lo dijiste por una semana.

— parecen dos niños de jardinera — Rose bufo con una mano en su cadera — okey, arreglaremos esto a las antiguas.

— bien — ambos se miraron enojados.

— Nailea, di que lo sientes.

— yo no...

— dilo — exclamó firme, golpeando su pie contra el suelo de madera.

— lo siento — hablo a Caspian — por burlarme de tu estúpido cabello.

— ¡Romina!.

— el estúpido no iba — miro con una sonrisa falsa a ambos.

— ahora tu, Caspian — alentó la mayor.

— lo siento — repitió — por burlarme de tu estúpido novio.

— ¡Caspian Décimo!.

— el estúpido no iba — volvió a decir con una sonrisa divertida.

— ahora abrácense — la mujer los empujó para que se abracen — muy bien, así me gusta.

— hueles a caca — hablo ella en el pecho de su amigo.

— cierra la boca, rata — palmeó su espalda.

— chicos — Lucy apareció — ah...¿que hacen?.

— fuimos obligados — Nailea dijo separándose rápido — no es como si yo quisiera abrazarlo.

— lo mismo, mira que fea es — el muchacho la señaló con cara de asco fingido.

— no cambian... — Wyne suspiro y salió del lugar.

. . .

Una pelirroja fregaba sus ojos cansada, sintiendo dos brazos firmes en su cintura y una respiración en su cabello.

Volteo a ver quién diablos la abrazaba, preparando sus puños para cualquier golpe.

Ah, era Edmund.

Se retracta.

Se quedo admirándolo por un rato, sus pecas, su cabello, todo, era muy hermoso.

butterflies, edmund pevensie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora