Capítulo Veinte: Te amo

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Razvan entró a la cabaña después de Emma. Creyó que la penumbra lo acogería, pero se sorprendió al ver el interior del lugar más iluminado por bombillas eléctricas que afuera por la poca luz que se colaba del atardecer.

Observó discretamente el lugar con un buen ojo, el lugar era grande y había unas escaleras que daban a la segunda planta. Todo era de madera, paredes, muebles, pisos y escaleras. La decoración ciertamente no traslucía el trabajo de un buen decorador de interiores, pero era agradable tanto como rústico. Tenía lo necesario, a simple vista.

Frederick estaba sentado reposando los pies sobre la pequeña mesa del centro de la sala, se veía relajado al tener toda su cabeza echada hacia atrás sobre el espaldar del mueble. No había rastro del Dios y eso a Razvan, en parte, le tranquilizó.

Ven indicó Leila caminando hacia las escaleras. Te mostraré dónde te quedarás.

Razvan asintió y siguió tras ella.

Las escaleras crujieron bajo sus pies dando la impresión de que si pisaba muy fuerte en cualquier momento su pie quedaría atrapado entre la vieja madera.

Al subir todos los peldaños se encaminaron por el único pasillo que daba a dos puertas, Razvan se imaginó que serían las habitaciones.

Frederick duerme en la habitación de abajo explicó ella, se le hacen difícil las escaleras y viajar muy seguido por el hiperespacio hizo una pausa y se detuvo. Por eso solo viajamos lo necesario.

¿A qué te refieres con lo necesario?

Ir a buscar o hacer lo necesario en lugares y tiempos específicos.

Razvan asintió.

Se miraron fijamente unos segundos y, finalmente, ella carraspeó y siguió caminando, pasándole por un lado. Razvan arrugó el entrecejo, él creía que ella iba a seguir hablando, pero lo que no sabía era que Leila creía que él diría otra cosa. Solo fue una confusión sin sentido alguno que llevó a cabo un momento incómodo.

Razvan volvió sobre sus pies y la siguió.

Solo hay dos habitaciones repuso Leila, en una duerme Declan y en la otra yo.

Razvan palideció, pero ella no lo notó.

¿Te sentirías bien si duermes en la misma habitación que él? inquirió buscando ver un reflejo de negación en el rostro del chico.

Razvan tragó saliva e hizo un ademán con sus hombros indicando que le daba igual. Pero realmente no le daba igual, le daba miedo y escalofríos la idea de tener que dormir con un Dios del tiempo de la muerte que quería su vida, quién sabe para qué, pero sí se podía imaginar por qué.

Bien inspiró hondo y tocó la puerta frente a ella. ¿Declan?

Nadie respondió. Miró a Razvan y forzó una sonrisa antes de girar la perilla y abrir la puerta. Entró y Razvan la siguió.

La habitación se ocupaba de dos camas individuales, un clóset de madera y una ventana sobre una pequeña mesita entre las dos camas donde había algunos libros.

Observaron a Declan con su torso descubierto recostado en su cama leyendo uno.

Declan llamó Leila. El Dios no despegó la mirada del libro y no respondió. Estoy hablando contigo.

Efecto CasimirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora