Capítulo Cuarenta y dos: Leila / Laila

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Una vez que Frederick desapareció a través del hiperespacio, Leila rompió en llanto. Tomó aire profundamente y lo retuvo en sus pulmones mientras apretaba su pecho con la palma de su mano, intentaba reprimir las ganas de llorar, pero no funcionó.

Miró a los lados y se alivió al no ver a nadie cerca.

Todo su esfuerzo por unir los cuatro cilindros antes que Lorcan era un afán contradictorio a lo que realmente quería; Leila estudió escrupulosamente cada segundo, cada espacio, cada persona partícipe en todo esto y creyó que, esta vez, sería menos difícil terminar con todo desde adentro.

Dejó salir el aire sonoramente y esnifó su nariz, secó sus lágrimas y miró su reloj.

7:56

Ya llegarían.

Tomó el cilindro con ambas manos y pensó en un Razvan, uno en especial.

—Pasármela mucho tiempo contigo hace que se me peguen tus hábitos —dijo el chico sonriendo y alejando la vista de su reloj y clavándola en ella—, sabía que venías exactamente en este minuto —quitó su sonrisa de golpe cuando la miró—, ¿Qué pasó? —inquirió dando dos largas zancadas hacia ella.

—Nada importante —soltó con un nudo notorio en la garganta—, solo diferencias familiares.

—Eso lo hace importante. Las diferencia familiares son lo que nos moldean, lo que nos hace ser quienes somos, mucho más que los momentos felices.

Leila se encogió de hombros y lo miró con incredulidad.

—No eres mi psicólogo —recordó—. ¿Hablaste con Razvan? —prefirió cambiar el tema e ir directo al asunto.

El chico asintió. —Sí, le dará el cilindro a Razvan aunque, la verdad... no estoy seguro.

—Le dará el cilindro y luego le dirá que tú se lo pediste —Leila se encogió de hombros—, todo va a ir acorde al plan.

Razvan hizo una mueca denotando que no estaba muy seguro.

—¿Y si algo mínimo cambia? ¿Y si Razvan no le dice nada?

—Volverá a pasar lo mismo, tranquilo.

Razvan asintió pero no se quedó tranquilo, él se conocía muy bien, por algo había llegado al punto en el que estaba.

—¿Ya enviaste a Frederick con Magnus? —Razvan inquirió, mirándola fijamente a los ojos trataba de descifrar las emociones que reflejaba ante lo que se supone que le dolería, pero no tuvo que esforzarse, Leila bajó la mirada y sus ojos se cristalizaron nuevamente, la miró sentarse en el pequeño mueble individual quedando de espaldas. Tal vez porque quería mirar por la ventana o quería que no viera la tristeza reflejada en su cara, o ambas.

—No pude mirarlo a los ojos cuando se fue. Quería decirme algo, lo sé.

—Le fueras dejado.

—Iba a ser más difícil —a Leila se le rompió de lleno la voz—. Yo no quería que viniera, ¿sabes?

Razvan ahora lo entendía, para muchos la ignorancia era la cúspide de la tranquilidad. Era como ver a quien quieres en medio de la calle y un auto a 100 km por hora acercarse y no poder hacer nada, porque así debe pasar. Así se sentía Leila.

Razvan ni siquiera se preguntó por qué él no se sentía así, para él sentirse así era una pérdida de tiempo y preguntarse por qué no se sentía así era mucho peor. Podría ver a su madre morir una y otra vez si eso le prometería encontrar lo que buscaba, una vez que lo tuviera en sus manos, su madre estaría viva. En matemáticas podría leerse Uno menos Uno, más Uno es igual a Dos. Daba el mismo resultado que Uno más Uno.

No importaba el proceso, importaba el resultado.

Suspiró y leyó la pila de hojas grapadas que tenía en su mano.

Lugar: Dimensión Tres / Casa de Reggie
Hora: 20:38
Fecha: 2020, Abr 29
Objetivo: Buscar el cilindro de la dimensión Cuatro (Habitación de Reggie)
Obstáculos: Reggie, Spencer y Razvan.

—Ya debemos irnos, Leila.

Leila asintió pero no volteó, Razvan no vio lágrimas pero si vio cómo se llevaba ambas manos a las mejillas y las frotaba en ella. Debía de estarse limpiando.

—Vamos —soltó Leila incorporándose, su expresión estaba dura nuevamente, Razvan sonrió ante eso—. Nos espera una larga noche.

Efecto CasimirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora