Capítulo Treinta y ocho: La busqueda del tercer cilindro

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— ¿Qué quería? —Frederick insistió, devolviendo a la realidad a Leila—. Tu padre... ¿No que había muerto?

Razvan se encogió de hombros una vez más y miró a Declan.

—Es mi padre de otra dimensión, nos vemos con frecuencia —admitió.

Frederick y Declan miraron a Leila.

—La zona cero no aceptaría eso —Frederick dijo.

Razvan subió y bajó los hombros indicando que le restaba importancia.

Leila frunció los labios y dijo:

— ¿Nos tenemos que preocupar por eso?

—No nos traerá problemas —aseguró Razvan—, además... le dije que no nos podíamos ver por un tiempo.

Declan se carcajeó y Frederick suspiró. Leila meneó la cabeza de lado a lado y nuevamente tomó asiento cruzando sus piernas.

—Gracias a Magnus que nos entregó el cilindro por un tiempo ilimitado, tenemos el cilindro de la dimensión Dos. Cuando Raziella huyó de Lorcan a la dimensión Tres, te dejó el cilindro de la dimensión Uno —miró a Razvan—, nos hace falta el cilindro de la dimensión Tres y Cuatro.

Razvan se sentó en el sillón individual junto a Declan.

>>Puedo asegurar que Lorcan tiene el cilindro de la dimensión Tres. Pero el Cuarto está desaparecido.

— ¿No tienes una idea de dónde podría estar? —Insistió Declan, ansioso.

Laila lo miró tan fijo durante un análisis mental, había algo extraño en Declan, en su mirada, en su forma de hablar y formular las preguntas, incluso en su caminar, se recordó que era un Dios y que no era humano, al menos no un humano común y corriente y eso le tranquilizó.

La voz de Razvan rompió el silencio.

—Bueno, ¿A dónde y cuándo vamos ahora? —Se levantó con mucha agilidad y entusiasmo—. Porque yo me estoy aburriendo ya. Vamos a buscar el cilindro que tiene Lorcan.

— ¿Es una pregunta o una propuesta?

Razvan lo pensó un momento.

—Creo que ambas. Declan y yo nos aseguraremos de obtener el cilindro que tiene Lorcan y ustedes buscarán el cilindro perdido.

—No creo que sea buena idea —opinó Frederick—. Debemos mantener los dos cilindros unidos.

—Y debemos buscar dos más —Razvan le recordó—, me llevaré el cilindro que mi madre dejó en esta dimensión y buscaré un cilindro. Ustedes lleven el de Magnus y busquen el otro.

Laila asintió con lentitud por un momento.

—Está bien Razvan, creo que es buena idea —aceptó con tranquilidad y con una extraña y perturbadora mirada fija en el vacío—. Estaremos en contacto.

—Da igual —soltó Frederick con indiferencia—. Si Leila está de acuerdo, yo también.

Razvan le echó un vistazo a Declan.

Ambos compartieron una sonrisa.

—Creo que deberíamos irnos, Frederick.

Frederick asintió y vio como Leila accionaba el cilindro.

Observó a Declan, estaba calmado, quieto, serio.

— ¿Qué estás pensando? —le preguntó, frunciendo el entrecejo.

—No creo que separarnos haya sido una buena idea —Declan admitió y miró a Razvan directamente a los ojos—. Ahora no solo tenemos que encontrar el tercer cilindro primero que Lorcan, ahora tenemos que encontrarlo antes que Leila también.

—Tranquilo —intentó calmar a Declan mostrando las palmas de las manos y bajándolas un par de veces—, sé dónde está.

—Leila también sabe dónde está.

—No —negó rápidamente con la cabeza—, ella dijo que cree saber dónde está.

—Ella pudo haber dicho cualquier cosa con tal de que su plan salga a la perfección.

Razvan arrugó el entrecejo.

—Plan que no sabemos que existe.

—No hay que descartar la idea de que ya sabe lo que hacemos o haremos. Es directora de una institución que estudia, evalúa, evita o crea distorsiones en el tiempo —le recordó Declan.

Razvan dejó caer los hombros e hizo un mohín como siempre hacía cada vez que algo le daba igual.

—Ronnie vino a decirnos que nos diéramos prisa, ya casi tiene el cilindro.

— ¿No es lo que estamos haciendo? —soltó Declan, obstinando—. ¿Se lo dijiste?

Razvan recordó ese momento, Ronnie se había ido antes de poder explicarle por qué se estaban demorando.

La voz de Ronnie resonó en su cabeza: <<Si quieren que me dé prisa, déselo ustedes también>>.

—Sí, le dije todo.

Declan apretó los labios, enfadado, y lo miró como solía hacerlo cuando tenía la sospecha de que Razvan le mentía.

—Razvan, ¿me estás ocultando algo más? —preguntó, con detenimiento.

Rascan lo miró fijamente, con el ceño fruncido y con la cabeza ligeramente inclinada a un lado.

—No —soltó y negó con la cabeza luego—. No se me ocurre ninguna razón por la cual debería mentirme.

Declan no se lo creyó, a cambio, encontró la verdad en sus ojos pero decidió cambiar el tema:

— ¿Has hablado con Kes?

— ¿Kes? —Preguntó y luego levantó las cejas—. Ah... Kes, no, no he hablado con él. Pero confío en que está muy ocupado, justo ahora está.... Bueno, debería estar hablando con el niño.

Efecto CasimirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora