Capítulo Veinticinco: OTEC

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DIMENSIÓN UNO

ORGANIZACIÓN DEL TIEMPO Y ESPACIO EN CONTROL - (TEC)

Estaba dentro de lo que parecía ser un gran salón adaptado para tecnología y sus estudios. Empezaba a creer que era vigilado en ese lugar, pero confiaba en el chico que estaba con el torso desnudo y de espaldas a él, parecía soldar algo.

Carraspeó para hacer notar su presencia y el chico se giró rápidamente, parecía asustado como si lo hubiesen descubierto haciendo algo muy malo, justo lo que hacía.

-Me has asustado -susurró y siguió trabajando-, ¿Cuándo llegaste?

-Hace unos segundos -sin dejar de observar el lugar rodeó al chico y se situó frente a él.

No era un chico alto, tampoco muy bajo para los 20 años que tenía. Sus ojos y su cabello color negro se filtraban con facilidad en la oscuridad del salón. Solo había una vela de cera alumbrando su labor. Tenía un cilindro, justo como el que el recién llegado tenía en sus manos.

Hubieron unos largos minutos de silencio en los que solo se escuchaba el sonido de la soldadora quemar el acero.

El chico de la dimensión Dos no quería hablar, no quería interrumpir su labor o distraerlo y que el trabajo quedara mal hecho. Debía ser una réplica exacta del cilindro que el otro chico tenía sobre la mesa y aun lado de su labor.

Copiaba una inscripción.

-¿Trajiste el dinero? -preguntó el pelinegro sin dejar a un lado el trabajo.

-Dos mil euros, como me dijiste.

El chico asintió.

El lugar tenía un ligero olor a cables nuevos y aparatos electrónicos quemados.

Había una tensión en el aire, la misma que se siente cuando se está haciendo algo malo y hay una posibilidad muy grande de que te descubran en el acto. Eso sólo lo sentía el chico de la dimensión Dos, porque el pelinegro estaba tranquilo y confiado de su suerte.

-Listo -el chico sonrió y apagó la máquina dejándola a un lado.

Levantó el cilindro con ambas manos y le mostro a su cliente la pequeña parte que estaba soldando.

El chico de la dimensión Dos elevó ambas cejas y abrió ligeramente la boca.

Numquan vultus eius (Jamás dejes de buscarla), estaba escrito en el cilindro con una letra ligeramente curvada.

-Eres bueno en esto -halagó.

El pelinegro sonrió y asintió dejando el cilindro sobre la mesa en la que estaba trabajando.

Su cliente sacó algunos billetes y se lo ofreció, el chico los agarró y los guardó sobre un bolso de morral.

-¿No lo contarás?

El chico negó.

-Aquí no.

El chico de la dimensión Dos se encogió de hombros. Tomó el cilindro de muestra y con el que habían trabajado recientemente.

Ahora tenía tres.

El original con la inscripción y su copia, el tercero no tenía ninguna inscripción.

El chico limpió un poco su área de trabajo para no dejar sospecha, tiró todo lo que era desechable y algunas herramientas en su bolso. Cerró la cremallera y se lo colgó en el hombro.

Miró al chico rubio que debía tener más o menos su edad y sonrió divertido.

El rubio le lanzó una mirada interrogativa.

Efecto CasimirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora