Capítulo Diesiséis: La mujer del siglo 17

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DIMENSIÓN UNO

Buckingham, Inglaterra
6 de septiembre de 1657
Hora: 07:41 a.m.


— ¿Ya te vas?

El hombre sonrió y se subió la cremallera de su jersey.

—Razvan —insistió la mujer desde la cama al no obtener respuesta.

Razvan recogió su camisa del suelo en un ágil movimiento y resopló mirándola.

—¿Te pondrás como la otra vez? —Preguntó algo resentido y luego sin esperar una respuesta añadió—: ¿Molesta porque, según tú, yo solo te uso para sexo?

—¿Y no es la verdad? —Contraatacó incorporándose—, eso hiciste la última vez, viniste, tuvimos sexo y te fuiste. Y es lo que vas a hacer ahora.

Razvan rio como si de una broma se tratara y meneó la cabeza pasándose el cuello de la camisa por la cabeza.

Un silencio prolongado hizo eco en la habitación.

— ¿Me vas a seguir ignorando?

—No Mary, no te voy a seguir ignorando —replicó entre dientes mirándola nuevamente—. No te uso para sexo, ¿pero para qué repetírtelo si no me creerás? Llevamos dos años de relación en los que hemos vivido una infinidad de cosas que hacen parecer esos dos años como un millón de años luz. Y aún quiero más. Creo que todo eso es suficiente como para que sepas ya que... —cerró la boca de golpe y desvío la mirada.

La mujer frunció el ceño, molesta, y miró cómo Razvan levantaba sus zapatos del suelo.

— ¿Qué ibas a decir? ¿Que todo ha sido suficiente para saber ya que me amas? —Hizo una pausa y cuando él la miró con arrepentimiento añadió—: pues no, no lo sé. Nunca me lo has dicho y te cohíbes de hacerlo.

— ¿Es necesario decírtelo verbalmente?

— ¿Es necesario que te vayas siempre?

Razvan abrió la boca para decir algo, pero la cerró al no saber qué y se encogió de hombros preguntándose por qué le era tan difícil decir lo que sentía o hacer lo que realmente quería.

—A veces es difícil no pensar en que no volverás —prosiguió con la voz rota y se cubrió el rostro con ambas manos permitiéndose llorar.

Eso a Razvan le desgarró el alma. Sabía lo importante que eran esas palabras para ella y no era ajeno al dolor que se reflejaba en sus ojos cuando ella se lo decía y él no le respondía. Pero le respondía con acciones, aunque reconocía que a veces sus acciones mostraban lo contrario. Pero igual quiso intentar tranquilizarla.

—No importan las palabras sino las acciones, Ma—.

— ¿Qué acciones? —cortó.

Razvan se pasó una mano por el pelo y caminó hacia ella. Se sentó en la cama a su lado y en un gesto suave y delicado secó sus mejillas mojadas de lágrimas con su mano. Acarició su rostro y lo levantó un poco para que lo mirase.

—El amor es como el corazón mide el espacio y el tiempo —dijo—. Tú eres mi tiempo y mi espacio, eso es mucho más que decir mi universo. No me importa el lugar o el tiempo solo si tú estás a mi lado, y no puedo estar mucho tiempo aquí Mary. Así como tú no puedes estar mucho tiempo allá en Irlanda, en el siglo veintiuno conmigo y ya sabes por qué —hizo una pausa para limpiar una lágrima y continuó—: el tiempo no lo permitiría, hay un orden que no puede alterarse y yo estoy dispuesto a acabar con él por ti. Solo necesito tiempo, y ese es el mayor enemigo ahora para nuestro amor. Se me hace difícil, pero no se me hará imposible. Solo no dejes de amarme, y no dejes de creer en mí como yo lo he hecho.

Efecto CasimirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora