Capítulo Diecinueve: Ya sabes lo que tienes que hacer

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Cuando salieron del agujero de gusano y pisaron suelo firme, observaron una majestuosa catarata frente a ellos. Razvan había visitado muchos lugares en muchos tiempos, pero jamás había visto algo similar.

Era imposible no quitarle los ojos de encima al gran chorro de agua.

¡Vaya! Soltó asombrado el chico de la dimensión Dos. Nunca había venido aquí ¿Cuándo y dónde estamos? bajó la mirada y se encontró a una Leila sonriente parándose frente a él.

¿En serio no sabes dónde estamos?

Negó asombrado por aquello hermoso que estaba mirando, y había dejado de mirar la catarata.

>>Estamos en Tierra de Gracia.

El chico asintió paulatinamente, no sabía qué decir. No entendía por qué se quedaba sin palabras y aire cuando ella lo miraba.

Leila llamó Declan fulminando con la mirada a los nuevos integrantes.

Leila ladeó su cabeza y le sonrió al chico una vez más antes de ir con el Dios.

Buscó con la mirada a Razvan y éste le hizo un ademán con su mano para que se acercara. Frederick una vez sólo, suspiró y caminó hacia la cabaña.

¿Por qué aceptaste que vinieran con nosotros? masculló dando un paso hacia ella, un paso que simultáneamente ella retrocedió. ¿Acaso quieres perder más tiempo?

Leila suspiró y miró al chico al que le había sonreído segundos antes caminar hacia su amigo.

No serán un contratiempo, Declan aseguró con ganas de apretar sus manos para darle tranquilidad. Sólo relájate un poco, ya tenemos el cilindro. Nos faltan tres, en algo nos ayudaran para obtenerlos.

Sí, claro masculló. Empieza a orar por ellos amenazó alejándose hacía la cabaña.

Leila se estrujó el rostro con las manos y se giró para ver la catarata.

«Pronto terminaremos con esto.» pensó, pero fue más un deseo.

¿Qué sucede? murmuró el chico acercándose a Razvan.

Debes ir ahora exigió hablando en voz baja ofreciéndole el cilindro que técnicamente le había alquilado al niño por 400 euros. Ya sabes lo que tienes que hacer y cómo.

¿Ahora? miró a la cabaña bastante nervioso, y cuando se fue a girar para buscar con la mirada a Leila, Razvan lo detuvo posando una mano sobre su hombro.

Estarás bien aseguró. Solo ve, dijiste que querías estar en esto, ¿no?

El chico asintió, dudoso y, finalmente, agarró el cilindro.

Estarás bien repitió Razvan antes de verlo desaparecer con un sinfín de emociones encontradas reflejadas en su rostro.

De pronto Razvan vaciló. No sabía si entrar a la cabaña donde estaba un Dios que todo lo que tocaba moría y que había querido estrecharle la mano o, acercarse a la chica. La última opción era la más razonable.

Se metió las manos en los bolsillos y caminó hacia ella, estaba de espaldas mirando la catarata.

Es hermoso murmuró junto a ella.

Efecto CasimirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora