Capítulo Veintiocho: Lo hizo por alguna razón

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Sus ojos se abrieron como platos, pero con una acción muscular relajada, se arquearon las cejas de forma suave y dejó caer ligeramente su mandíbula dejando entreabierta la boca.

¿Estás seguro de que funcionará? inquirió, no muy convencida.

Declan se encogió de hombros.

¿Crees y confías en que soy el único que puede detener el efecto, pero no apuestas a que pueda idealizar el plan para hacerlo?

No -carraspeó y desvió la mirada, no es eso. Es solo que... pensó cómo decir las siguientes palabras, estudiamos por mucho tiempo este plan y son altas las probabilidades de conseguir el Efecto si nos enfrentamos a Lorcan como te dije.

Declan parecía estar no muy convencido.

Las cosas serán como yo digo soltó, iracundo, solo así podemos conseguir El Efecto.

Leila tragó aire cuando Declan elevó la voz, por la incandescencia de la chimenea puso observar sus ojos enrojecidos.

Lo siento Declan dijo. Tomó aire y lo dejó salir por largos segundos, hay que ser más inteligentes. Si te soy honesto, tu plan de lanzarme a Lorcan como una bomba de hidrógeno es absurdo.

¿Qué es lo que te lo impide?

Declan pareció pensar en algo, lo que Leila no se imaginaba es que realmente estaba recordando.

Mira Leila prosiguió, creo que deberías darme la dirección de Razvan. Debo seguir estudiando el caso ¿Por qué un Razvan de la dimensión dos falsificaría un cilindro para dárselo a un niño de otra dimensión, donde años después la versión futura de ese niño iría a buscar ese cilindro? Debo saber el porqué de todos los hechos.

Declan no respondió, miró el segundero del reloj que estaba colgado en la pared a un costado de la chimenea, pensaba las probabilidades de encontrar fácilmente esas respuestas mientras se percataba que solo faltaba un par de segundos para que el chico llegara.

Sabía que no le estaba contando toda la verdad, pero lo que sí se preguntó fue qué tanto sabía Leila.

La tercera manecilla integrada en la anatomía del reloj de su pared avanzaba a tal velocidad que, sentía que ralentizaba todo a su alrededor, incluso la llegada del hombre que, sabía, Leila estaba esperando y era la única razón por la cual estaba ahí.

La puerta sonó casi al mismo tiempo que Declan miraba a Leila; y Leila daba un pequeño salto.

Pasa Declan pidió en voz alta.

Laila alternó la mirada entre la puerta y él, sintió familiaridad en que no se asegurara primero quién era.

La puerta rechinó al abrirse y el frío viento se coló en toda la estancia, entró y corrió como un niño que llega a un lugar nuevo y quiere tocarlo todo.

Era un chico alto, blanco y rubio que estaba totalmente abrigado.

¡Vaya! Expresó, no sabía que tenías visitas.

Leila se revolvió en su asiento y se guardó más las piernas, miró al chico de arriba a abajo tenía un gran parecido a la persona que estaba buscando, pero éste tenía algo diferente, algo en sus ojos...

Necesito preguntarte algo dijo Declan de pronto.

Razvan se tiró al mueble contiguo al de ellos, tomó un vaso de cristal que estaba en la pequeña mesita y bebió un trago para luego limpiarse la boca con el dorso de la mano.

Efecto CasimirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora