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- ¿Cómo se encuentra?

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- ¿Cómo se encuentra?

- Mejor que nunca - mintió con soltura. No veía el momento de abandonar aquella consulta de una vez. Las miradas lascivas que el doctor de la prisión le dirigían eran lo suficientemente incómodas como para, aún por encima, soportar el roce de sus manos sobre su cuerpo - Ya le he dicho que estoy acostumbrada a que esto me pase - repitió por décima vez aquel día - Simplemente necesito descansar. No quiero nada de medicación, no me hace falta.

- Creo que el que debe decidir si algo hace falta o no soy yo, ¿no? - sonrió ladinamente y a Olivia le entraron ganas de vomitar. Lo habría hecho de no ser porque aquel día apenas había probado bocado - Para algo soy el doctorcito.

Cogió aire en un intento por tranquilizar el desbocado latido de su corazón, y se obligó a formar una amigable sonrisa.

- Haga lo que considere necesario, pero déjeme marchar - casi le suplicó.

- ¿No le gusta mi compañía? - encarnó una ceja, complacido con la situación. Podía notar la incomodidad de la presa, pero eso no hacía más que aumentar sus ganas de ella - Tenga cuidado con ofenderme. No le conviene tenerme en su contra.

- Ni me complace ni me deja de complacer - respondió con seguridad - No me gusta la compañía en general, no se lo tome como algo personal - aunque si qué es algo personal - ¿Puedo volver en otro momento? Realmente necesito descansar - puso la mejor de sus caras y aunque Sandoval deseaba seguir teniéndola más tiempo a su disposición, accedió a dejarla ir. No podía permitir que se alejase de él, por lo que por el momento la trataría bien, la complacería, haría todo lo posible porque fuera ella la que deseara ir a su consulta.

Lo que Sandoval no sabía es que nada de eso pasaría, ni si quiera en sus mejores sueños. Olivia había imaginado la muerte de Sandoval varias veces en su cabeza, incluso cuando este estaba frente a ella. No era algo que hiciera conscientemente, pero es que aquel hombre la ponía realmente de los nervios.

Salió de la enfermería con la piel erizada y la sensación de que su historia con el doctorcito no acabaría nada bien. Tenía el presentimiento de que aquel hombre no se detendría ante nada ni nadie. Perdida en sus pensamientos no fue consciente de que alguien la esperaba en el exterior de la sala, y fue por eso por lo que se sobresaltó cuando una mano se apoyó sobre su hombro, haciéndola girar con sorpresa. Se tranquiló al encontrarse con Fabio.

Un simple error [Zulema Zahir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora