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Aquella mañana Olivia despertó con el cuerpo completamente dolorido

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Aquella mañana Olivia despertó con el cuerpo completamente dolorido. Sólo llevaba tres días en aislamiento y la calidad del colchón, que no era mucho mejor que la de su celda, estaba empezando a jugarle malas pasadas.

Se sentó sobre la cama todavía con los ojos cerrados, y se preguntó porque cojones había dejado que Zulema la arrastrara una vez más a su mierda de vida. La Olivia tranquila y pacífica parecía haber entrado en una especie de letargo, porque ahora mismo esa morena que llevaba tres días encerrada era de todo menos una persona calmada. El enfado que sentía hacia la mora por como había actuado la ponía de muy mal humor.

- Pero a mi esa mujer me da igual - susurró para si misma mientras se ponía en pie y empezaba a caminar de un lado a otro. Porque si, eso era lo que hacia durante el día. Moverse de un lado a otro de la celda, tocando la pared con la palma de la mano antes de dar media vuelta e ir en dirección contraria. Así una y otra vez, hasta perder la cuenta.

Se había cansado de contar las manchas de polvo que cubrían tanto el suelo como las paredes, así como de contar los lunares de su cuerpo, o al menos aquellos que podía ver. Su único contacto con alguien era el momento en el que le traían la comida, momento en el cual aprovechaba para intercambiar un par de palabras con el funcionario de turno que, en la mayor parte de los casos, era Fabio.

Cuando llevaba ya unos doce toques a la pared sintió que la puerta se abría. Frunció ligeramente el ceño al pensar que era demasiado temprano como para que le trajeran el desayuno. Se detuvo justo en el momento en el que Palacios se asomaba por el hueco de la puerta.

- Buenos días, Olivia - la saludó con amabilidad.

- Buenos días, Palacios - respondió la chica del mismo modo - ¿Cómo va tu cabeza?

- Mejor que hace unos días - el funcionario asintió antes de acercarse a ella con unas esposas en la mano - El inspector Castillo quiere hablar contigo - Olivia entendió que tenía que tenderle los brazos para que la pudiera encadenar.

- ¿Castillo? - hizo una pequeña mueca cuando el metal entró en contacto con sus muñecas, pero no dijo nada más.

- En seguida lo conocerás.

Un simple error [Zulema Zahir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora