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Olivia se giró sorprendida al sentir unos pasos a sus espaldas

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Olivia se giró sorprendida al sentir unos pasos a sus espaldas. Supo que sus intenciones de pasar una condena tranquila se verían truncadas en el momento en el que se encontró con la oscura mirada de una furiosa gitana.

Detuvo su andar a la espera de que la susodicha se acercara. No es que le apeteciera mucho encontrarse con ella, pero estaba claro que huir no era solución. Eso no haría más que empeorar las cosas.

Saray dejó de caminar cuando la distancia entre las dos era de apenas unos centímetros. Tuvo que reconocer que le sorprendió la serenidad con la que la chica la observaba, como si nada en la actitud de la gitana pudiera alterar la tranquilidad que sus ojos reflejaban.

Lo cierto era que Olivia estaba más que nerviosa, simplemente había aprendido a no expresar sus sentimientos de cara a los demás.

- No sé quien eres – empezó Saray el discurso que llevaba preparando desde que la había visto en los brazos de Rizos – Pero te recomiendo que te alejes de la Rizos. Es mi novia.

El ceño de la morena se frunció ligeramente. Abrió los ojos con sorpresa al comprender que lo que tenía frente a ella no era más que un ataque de celos. Tuvo que ocultar la sonrisa que amenazó con aflorar por sus comisuras, pues sabía que eso no haría más que enfadar a la gitana.

- Mis intenciones amorosas con Rizos son inexistentes – respondió en un susurro. Sus ojos viajaron de su compañera a la dueña de aquellos ojos verdes que tanto la perturbaban sin saber por qué. Zulema las había alcanzado y se había situado a un par de metros por detrás de Saray para atender a la conversación con creciente curiosidad.

- Me da igual que no quieras nada con ella, te he dicho que no te acerques. Y punto.

¿Y qué quieres que le haga si es ella quien se pega a mí?

Dejó escapar un leve suspiro antes de asentir. Lo último que necesitaba era meterme en problemas. Lo más sencillo era mantener la distancia con sus compañeras de celda. Clavó la vista en sus dedos, que jugueteaban con la única pulsera que colgaba de su muñeca, antes de alzarla para encontrarse de nuevo con aquellos orbes verdes que parecían no querer apartarse de ella.

Un simple error [Zulema Zahir]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora