Capítulo 12 (Parte I)

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Horacio abrió los ojos  y ya se estaba odiando. Su plan no era estar allí, su plan era desaparecer, pero el destino no tenía la misma opinión...

Abrió los ojos, con dificultad ya que sus párpados pesaban como toneladas. Y vió a Volkov sentado en una silla, con la mirada perdida en la nada y un tembleque nervioso de pierna.

Su mirada parecía vacía y al mismo tiempo llena de preocupación. ¿Realmente él se había quedado allí esperando a que Horacio despertará o solo era un holograma?, un apuesto y sexy holograma....

El muchacho de cresta se llevó las manos a la cabeza con desesperación pero un tirón lo impidió antes de que estas llegarán a tocar su cabello. Bajó la mirada, este tenía una esposa en cada mano enganchadas a los barrotes de los dos lados de la cama.

Un nudo se formó en su garganta. Ni él mismo sabía bien que hacer.
Estaba tan malditamente desesperado que quería clavar las uñas en su propia carne y sacar a la fuerza su piel. Quería hacer algo para olvidar todo lo que había hecho. No quería ir a federal, tampoco quería ir con aquellos hombres ... simplemente estaba perdido... muy perdido...

Quería llorar, quería llorar mucho y de hecho ya lo estaba haciendo. Apretó sus párpados y lágrimas cálidas recorrieron sus mejillas hasta el borde de sus labios.

Pero lloraba en silencio, si estaba así era por su culpa y de nadie más. Él había sido el único responsable de que se encontrará atado a esa cama de hospital. Él había atracado aquel banco, él había agarrado esa pistola y él había matado a ese policía. Le había arrebatado la vida y ahora ese era el castigo que propiamente merecía.

–¿Cómo se siente?...–Suspiró el comisario– mal, ¿Verdad?.

Aunque el tono del comisario no iba dirigido de una manera hiriente o déspota, Horacio absorbió su nariz y restregó el rostro por su hombro, quitando cualquier resto de lágrimas que quedara aún.–Por favor... no digas nada...–Rogó con la voz ronca por las lágrimas, la desesperación y el cansancio.

No quería escuchar nada ni a nadie y menos si sabía que esas palabras iban a ir directas a su yugular. Porque si, el comisario sabía hacer daño. Sabía exactamente que puntos tocar en tu pensamiento para que te comieras la cabeza de tal forma que no supieras pensar en otra cosa que en sus palabras.

–Puedo llegar a comprenderte pequeño crestitas...–Volkov se puso en pie y se dirigió a la cama.–Estás fuera de peligro... pero no vas a volver a hacerlo jamás.–Ordenó de una manera firme pero calmada.–¿Queda claro?

Aquellas palabras sorprendieron a el más joven.

–¿Hacer qué?–Dijo el muchacho sin fuerzas algunas.–¿Volver a tomarme un bote de aspirinas entero?.–Sonrió con cansancio y pareciendo más impertinente aún.–Puedes estar tranquilo, si hay próxima vez sí haré algo que me sea efectivo y no tenga que volver a despertar en una cama de hospital con un comisario a mis pies...

–Estoy hablando enserio Horacio...

–Yo también...

Volkov suspiró y apretó los nudillos de tal manera que el propio Horacio pudo notar como se volvían blancos.

–¡¿Qué quieres?!, ¡¿Qué coño quieres, Horacio?!–Escupió enfadado el ruso.–¡¿Quieres que te ingrese en un puto centro psiquiátrico y que te estén drogado todo un jodido año para que dejes de pensar en matarte?!, ¡eh!, ¡¿Eso es lo que quieres Horacio?!, ¿O haces todo esto para no entrar en federal?.

–No no-no,  yo...

–Pues bien... permíteme que te diga que un puto centro psiquiátrico es muchísimo peor que el hoyo en el que vas a entrar, no lo sabes tu bien Horacio... Así que más te vale... por tu propio bien, que no vuelvas a hacer ninguna estupidez como esta...

ᴋᴇᴇᴘ ᴍᴇ ᴀᴡᴀʏ》ⱽᵒˡᵏᵃᶜⁱᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora