Capítulo 22

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-No...-Solo salió un agudo murmullo de su garganta mientras sentía como las lágrimas empezaban a empapar despacio sus mejillas.-No, no, no...

Fue como si toda la multitud de presos le dejarán a Horacio espacio. Todos hicieron silencio, quizás alguno murmuraba pero Horacio no escuchaba nada más que los latidos de su corazón y un pitido que aturdía sus sentidos.

Sus piernas tambalearon, ¿Sería capaz de dar un paso al menos?.
En aquella sala sólo había un Horacio aterrado que sin quererlo se ahogaba entre lágrimas y un cuerpo que colgaba del techo y se balanceaba levemente de un lado al otro, un cuerpo con la cabeza recubierta por una bolsa ensangrentada, un cuerpo que sin haber visto su cara, Horacio ya se temía a quien podía pertenecer...

Horacio observó el cuerpo alargado y flacuchento donde sus extremidades colgaban flácidas y donde una soga aprisionaba el cuello del prisionero amarrada desde el techo.

De pronto, un grito desgarrador rompió el silencio de aquella sala y el ruido blanco que aletargó su lado consciente.

Fue el grito más doloroso que jamás Horacio hubo escuchado antes.

—¡WILL!.—El grito de Tonet desgarró el silencio. Violó la paz sin piedad alguna.

De pronto notó unas manos agarrando sus hombros, no tuvo que girarse para saber que se trataba de Claudio.
¿Cuánto tiempo llevaba Horacio ahí parado sin hacer nada?
Esas mismas manos agarraron su rostro, tenía el cuello rígido, no podía parar de mirar aquella escena. Pero el agarre se volvió más fuerte, más desesperado y acabó conectado la mirada con el médico, que entre lágrimas le hablaba desesperado en un intento de ser escuchado por Horacio, pero este tan solo escuchaba eco y ruido blanco. Sus oídos pitar y los latidos de su corazón.

Por la manera en la que Claudio gesticulaba y estiraba de su brazo, Horacio dedujo que este se lo quería llevar a otro lugar. Pero Horacio simplemente no podía hacer eso.  Hacer aquello sería de cobardes, ¿con qué cara podría mirarse luego al espejo?.

Sin más, soltó las manos de Claudio y corrió hasta Tonet que agarraba la camiseta del cuerpo sin vida que colgaba flácido del techo.

No escuchaba nada, y mientras corría y se hacia espacio entre la gente, intentaba apartarse las lagrimas que delimitaban el borde de su mandibula y se deslizaban hasta el cuello.

Llegó hasta Tonet y el olor metálico de la sangre le mareó. Comenzaba a ver borroso y no solo por las lágrimas.

Giró su cabeza, fue una horrible idea. Se pudo fijar en la cara del muchacho que clavaba sus dedos sobre el torso del cuerpo gélido, sollozaba tan desconsolado que Horacio supo que jamás olvidaría toda esa pesadilla.
Ni el olor de la sangre, ni las mejillas empapadas de Tonet, ni mucho menos el cuerpo de su amigo colgado del techo.

—¡Ayúdame a bajarle!—Gritó desesperado Tonet—¡Ayúdame Horacio por favor!.

Pero por mucho esfuerzo que hicieran, la cuerda de su cuello quedaba demasiado alta para ellos.

Aún así Horacio lo intentó, intentó bajarle con todas sus fuerzas.

De pronto, al pasar la mano por el abdomen del cadáver, Horacio sintió algo extraño. Aun empapándose las manos de sangre, volvío a pasarla por encima de la camiseta donde notó el tacto extraño.

Nisiquiera se dio cuenta de la llegada de Kalahari, que rodeó a su novio con los brazos intentándo tranquilizarle.

Y por mucho que Kalahari ordenara en voz alta que se marcharan de allí Horacio seguío pasando la mano por encima de la camiseta. Algo no cuadraba.

Levantó la camiseta blanca de tirantes y lo que vio debajo de esta le dejó la sangre helada. Incluso aún más que antes.

Aquel cuerpo tenía grabada la frase "Métete tus amenazas por el culo" sobre el abdomen.

Horacio tuvo que dar unos pasos hacia atrás, estaba cada vez más mareado, cuando más miraba aquella frase que aún superaba sangre peor se sentía.

No se dio cuenta de que Yun y Tonet miraban aquello con los ojos fueras de las órbitas.

Y no se dio cuenta de que el médico seguía allí, clavado en mitad del pasillo, apelotonado entre los presos y con los ojos hinchados de llorar.

Tuvo la nefasta idea de mirar un poco más atrás de Claudio cuando notó un uniforme distinto al resto, el uniforme de funcionario.

No no debió mirar, porque entonces Horacio fue capaz de entender todo lo que había pasado.

Se encontró con los ojos de Brown a la lejanía. Desafiantes y media sonrisa remarcando una de sus comisuras.

Y después de haber mostrado esa sonrisa tan ruin y rastrera, tuvo los cojones suficientes como para agarrar su walkie y avisar al resto de funcionarios.

En ese momento, Horacio no lloró, su ira se comió todas sus lágrimas. Un nuevo Horacio había renacido y ñlegaba con sed de venganza.

Segundos después, los funcionaron llegaron y comenzaron a desalojar a los presos de aquella sala.

Uno de ellos comenzó a empujar a Horacio, este aún no había quitado la mirada de Brown.

No lo hizo ni cuando uno de los brazos de Claudio rodeó sus hombros, apartó al funcionario que le empujaba y prácticamente le arrastró con él fuera del lugar.
El médico le dijo algo, pero no prestó atención, seguía mirando a Brown de la forma más violenta posible.

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⏰ Última actualización: Jul 16, 2022 ⏰

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ᴋᴇᴇᴘ ᴍᴇ ᴀᴡᴀʏ》ⱽᵒˡᵏᵃᶜⁱᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora