ᴋᴇᴇᴘ ᴍᴇ ᴀᴡᴀʏ》ⱽᵒˡᵏᵃᶜⁱᵒ

Capítulo 15.

Antes de nada, quería avisaros que si no os acordáis de quien era el médico de ojos azules y cabello moreno, podéis releer el capítulo 1. (Este personaje aparece más o menos por mitad del capítulo)

Un beso besties ;).

Gracias por leer, os adoro ❤

(Créditos al autor/a de la imagen <3)

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Mentiría si dijera que Horacio lo pasó bien la primera noche en prisión...
Ya que este no pudo conciliar el sueño ni un solo minuto.

La celda era fría, las sábanas raspaban contra su piel y la humedad le provocaba una agobiante picazón en su garganta.

Pero todo aquello era lo de menos.

Aquel sitio era asfixiante y más cuando se comía la cabeza constantemente si merecía estar allí dentro o no.

¿Lo merecía realmente?

Habían sido tantas las veces que había pensado en el asesinato de Ivanov que hasta él mismo creía que se estaba volviendo loco.

Mentiría si dijera que aquella noche Horacio no soltó más de una lágrima sobre su almohada.

Porque lo hizo, lo hizo más de una vez, y soltó más de una y de dos y de tres...

Tapó su boca con fuerza y apretó sus parpados para que nadie fuera capaz de escuchar sus lamentos. Nadie merecía escucharlos...

Se ahogó él solo en sus propias lágrimas porque hasta él mismo sabía que ya no había nadie quien pudiera consolarlo, ya no...

Nadó en su propio mar de pensamientos. Que más que un mar, aquello eran arenas movedizas. Cuanto más intentaba salir de ellos, estos acababan sumergiéndole más y más hasta que llegara un punto donde estos lo acabarían ahogando.

También mentiría si dijera que una mano no fue tendida desde la cama de abajo por cierto médico de ojos azules.

–Shh... ya está....–Una voz tranquilizadora se coló entre los llantos ahogados– Se que la primera noche es dura.–Susurró desde la litera de abajo.

Horacio prefirió no decir nada, tenía los ojos rojos de todas las lágrimas que había expulsado.

Estaba algo avergonzado de que aquel chico lo estuviera escuchando llorar, una cosa más que le recordó a que él ya no estaba en la intimidad de su habitacion, si no en una habitación compartida por 3 hombres.
Sin embargo solo se encontraba boca abajo con sus manitas cerradas en un puño y aferrándose como podía a la almohada, para que cuando fuera a soltar algún sollozo más fuerte de lo normal pudiera enterrar su cara en la almohada.

–Se que probablemente me odies y quieras ahogarme con la almohada, pero puedes tomar mi mano si te hace sentir mejor...–Se volvió a escuchar aquella agradable voz junto a una gran mano que apareció de pronto en el campo de visión de Horacio.–Ojalá yo hubiera dormido la primera noche agarrado a la mano de alguien...

El rubio de cresta sorbió su nariz y tomó la mano del médico con inseguridad.
Era cálida y algo acogedora, hasta el propio Horacio podría decir que no estaba tan mal aquello.