Capítulo 11

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Horacio despertó con un gran dolor de cabeza punzante y unas horribles ganas de vomitar.
Acabó por arquearse sobre el váter y devolver puro líquido. Todo el que había ingerido la noche anterior.

Recordaba poco, por no decir absolutamente nada. Sabía que Segis había ido la noche anterior con unas bolsas llenas de botellas de alcohol y ya...

Cuando terminó de echar todo se encontró mucho mejor y decidió lavarse algo la cara.-¿A quien coño se le ocurre emborracharse la noche antes de entrar a puta federal?-Se dijo a sí mismo en el espejo.-Solo a tí puto gilipollas...

Los pensamientos de la federal volvieron a inundar su mente. Lavó su cara con agua fría intentando alejarlos y funcionó, pero no por el agua sino por una incógnita aún mayor. Cuando levantó la cabeza hacia el espejo, vió un reflejo horripilante. Su pálido y delgado torso estaba marcado por muchas, no. Muchísimas marcas de color violeta. Había por todas partes. Por su cuello, su abdomen, su torso... y esa imagen no era la que le aterraba. Realmente no le importaba ya demasiado su imagen. Pero estaba angustiado por el culpable de esos chupetones.

A ver Horacio recuerda maldita sea...-Este daba vueltas como loco por la celda- Ayer al último que viste fue a Segis... ¡Eso es, Segis!... espera... no no no mierda, ¡maldita sea!. No puede ser. Eso es imposible... yo... con... ¡la madre que me parió!.- este se agarró al lavabo‐ es imposible, Segismundo es tu amigo, Horacio... tú A-MI-GO, nada más que eso... y los amigos no foll- ¿o sí? ¡No, no lo hacen!. Aunque eso depende que típo de amistad... claro está... ¡Pero la mía con Segis no es así! Eww...-Este rascó su nuca con nerviosismo-Quizás no hicimos nada más que besarnos...-Este se acercó a la litera y olisqueó por encima las sábanas-Vale... aquí huele a sexo...- y entonces Horacio entró en pánico. Pero lo cierto es que podía distinguir un olor familiar y terriblemente adictivo.-eh... yo que sepa Segismundo no huele así...- volvió a a oler las sabanas.

De pronto el sonido de una repetitiva melodía retumbó en aquella celda. Horacio giró la cabeza en dirección a la bolsa. De allí venía el sonido. Rebuscó en esta y se llevó la mano a la boca de la sorpresa, era un teléfono.
Pensó que probablemente Segis se lo hubiese dejado en las bolsas el día anterior.

-¿Diga?-Susurró por si un policía se encontraba cerca.

-¡Horacio!, ¡Horacio soy yo!.

-¿Gustabo?-Dijo frunciendo el ceño. El muchacho gritaba demasiado y su cabeza aún daba vueltas.

-¡¿Quién más si no, imbécil?!. ¿¡No reconoces la voz de tu hermano o qué?!.

-Me pillas en un momento... complicado. Creo que Segis se dejó ayer aquí el teléfono.

-No no Horacio... El teléfono es tuyo... yo te lo compré... te lo llevó él, claro.

-¿¡Qué?!, ¡¿Qué cojones Gustabo?!, ¡¿Sabes en el lío que me puedes meter por esto?!. Además ¿De dónde cojones has sacado el dinero?.

-Ya te dije que tengo dos trabajos.

-¿De qué?, ¿Sicario y traficante de órganos?.Además piensas pagar un Abogado, ¿de donde estás sacando el dinero?, ¿eres stripper y no me lo has contado?

-No podría serlo, los clientes se echarían encima mío. Este cuerpo está hecho para el pecado... ¡Bueno que me voy por las ramas!. Escóndete este teléfono donde sea. Tienes que meterlo a federal sin que nadie te pille...

-Claro que sí... también puedo esconderme una tele de plasma para ponerla en mi celda y así no me pierdo la novela.... escucha Gustabo, no se si sabes como funcionan las cárceles y esas cosas pero te cachean a cada segundo y no creo que los policías sean tan gilipollas como de notar un bulto raro y dejarlo pasar...

ᴋᴇᴇᴘ ᴍᴇ ᴀᴡᴀʏ》ⱽᵒˡᵏᵃᶜⁱᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora