Capítulo 2

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–Hostia... ¿Que ha pasado?– Horacio abrió despacio sus ojos al notar un intenso dolor por todo su cuerpo.

–¡Horacio!–Dijo Gustabo alertado al escuchar la voz de su amigo.

–¿Gustabo?– dijo el chico de la cresta confundido al escuchar la voz del rubio pero no al verle.

–Hostia Horacio... En los líos que nos metes.

El chico de los ojos castaños se acomodó en la camilla, sentándose despacio en el borde de esta mientras soltaba pequeños quejidos de dolor.

–¿Que ha pasado? Y ¿Por qué siento como si me hubieran pegado una paliza?.

–Porque te han pegado una paliza, gilipollas...

En ese momento entró el joven gallego a la habitación del hospital.

–¡Horacio!, ¡Horacio amigo!–corrió hacia este.–¡Pensaba que te ibas!.–Lloriqueó encima del hombro del chico de la cresta.–Ay que pensaba que te morías Horacio...–Gimoteba lloriqueos bastante desagradables para los oídos de los allí presentes.

Horacio abrió los ojos, anonadado por los acontecimientos y punteando pequeñas palmaditas en la espalda de Segis a modo de consuelo.

–¡Pero que falso!, ¡Si estabas más preocupado en que no te pillaran la droga, cara mierda!.– dijo el ojiazul.

–¡Oye!, Que también me importaba Horacio.–Se defendió el gallego.

–¿Quien te iba a pillar la droga?–pregunto el chico teñido.

–Ah cierto, no te acuerdas de nada.–El rubio se rascó la nuca.– El comisario de los Santos– gestualizó un gesto sarcástico  y exagerado de reverencia– nos ha llevado en su lujoso coche hasta el hospital.

–¡¿Qué?!–Dijo sorprendido Horacio mirando a Gustabo.

–Si y te trajo cargado como una princesita hasta nosotros.–Añadió Segismundo.

–¡¿Qué?!–Repitió pero ahora mirando a su amigo pueblerino.

–Estoy esperando mis sobrinos, Horacio–Bromeó Gustabo.

–Espera... Me estás diciendo que un policía me ha traído hasta el hospital. ¡¿Un policía?!.

–No mi querido y estimado traga pitos, no un simple policía, ¡El comisario de los Santos!.–Volvió a hacer la reverencia sarcástica.

–Pero, ¿Desde cuando son amables?, no más bien, ¿Desde cuando ayudan a la gente?. Si... Si– tartamudeó.–Si nunca les hemos importado, de hecho, dejarían que nos matáramos unos a otros y ese tal Conway iría todos los días a planchar su maldito traje con total normalidad.

–No se, debe ser que le gustaste al comisario ese.–Bromeó Segis.

–Antes de yo salir con un policia me cortó la cresta. Pero... Pero, ¿sabéis en el lío que estamos?...–Dijo nervioso Horacio.

–¿Qué lío?, Lío lo tendrás tu, a mí no me metas en tus movidas.–Dijo Gustabo.

–¿Nos vió alguien?

–Si, de hecho toda la discoteca.

–¡¿Como?!–Horacio abrió mucho los ojos.

–¿Qué te pasa a ti ahora?

Horacio se frotó la cara desesperadamente con las manos y seguidamente se puso en pie. Comenzó a revisar cautelosamente a través de la puerta, el pasillo del hospital.

–¿Y a este qué coño le pasa ahora?

–Ay Gustabo, que a este aún no se le ha pasado el efecto de la droga, ¿no ves lo sensible que es?–Dijo Segis.

ᴋᴇᴇᴘ ᴍᴇ ᴀᴡᴀʏ》ⱽᵒˡᵏᵃᶜⁱᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora