(36) Grandma

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[glosario]

Grandma: Abuela.

Moño chignon: Es un tipo de peinado en el que se hace un elegante nudo bajo la nuca con el cabello.

Milkmaid braids: Trenzas de nodriza, un tipo de peinado que un partido recto en mitad de la cabeza, e incluye trenzas que nacen en la nuca y envuelven la cabeza como una diadema.

Déjà vu: Del francés "ya visto", el déjà vu es una paramnesia en la que la persona experimenta la sensación de ya haber vivido lo que está viviendo.

[fin del glosario]



       Vadearon a la vainilla, el café y las tibias hojas fotocopiadas por entre los serpenteantes e iluminados pasillos alfombrados del dédalo corporativo. Madre e hija poseían las zancaslargas. Pese a ello, el camino estándar se encaprichó en adivinanzas de ilusionista y olvidó las reglas de la física y la realidad. Fue extenso el sendero hasta el infinito para la una, se acortó a lo imposible para la otra y parecieron suspenderse, en el silencio, las conversaciones, risas y tecleos en el cielo del piso cuarenta y tres.

       Amélie no tuvo tiempo de prestarles demasiada atención a los fragmentos de ciudad que fue captando de reojo a través del marco de cruces invertidas de las impecables y seccionadas ventanas. La pared del fondo del pasillo, detrás de la erguida columna de la espalda de su madre, confesósele como el destino final de su travesía en la insigne One Canada Square. Y se declaraba la propiedad del gabinete en una delicada, delgada lámina de oro, colocada en ascendente a una intrincada y marmórea bula cuadrangular en blanco y negro.

       «Victoria Kilming. Directora Ejecutiva».

       La oficina de la Directora en el piso cuarenta y tres era la única oficina que gozaba de completa privacidad hacia el interior de Kilming & Co. Súpolo así su nieta, en cuanto atravesó el umbral de la sólida puerta de nogal europeo.

       Aprestándose al impacto, Amélie mantuvo la vista al frente. Más allá, al oeste, el cielo encapotado se abría. Por las ventanas a espaldas de su abuela, ella contempló la majestuosidad curvácea, algo desdibujada por la lluvia, de la serpentina cinta plateada del río Támesis. Aún protegida por su blindaje pulmonar previo, la nieta se decidió. Bajando el mentón, nudo en la garganta, reconoció por fin la presencia de la mujer sentada detrás del escritorio.

      Victoria cumpliría sesenta y ocho años el cuatro de enero.

      Había admirado en ella, casi desde conocerla, su perpetua aura de femenino poderío. Incluso su cabellera de plata sin teñir, tan negada a pasar por el filo de la navaja, se rebelaba a transformarse en una corta sombra, propia de quien se ha resignado a las luces de la edad. Victoria, la del cabello siempre recogido, la de los desenfadados y elegantes moños chignon, la de las suaves milkmaid braids que, según opinaba Amélie, le otorgaban cierto aire de épocas gobernadas por una reina del mismo nombre...

      Sería allí, que jadearía la nieta y se llevaría ambas manos a la boca. ¡Su cabello, se lo había cortado...! En su lugar, lucía una discreta y airosa nube, una leonesa melena en torno a la cabeza. Además... ¿Acaso tenía más arrugas? ¿Por qué las perlas nacaradas de buen tamaño, adornos en los lóbulos de sus orejas, no conseguían iluminarle el rostro...?

       El suave papel salido de la caja de encima de un archivero esquinero le besó los dedos, y agradecería sin palabras, a los robados pañuelos que su mum le había metido en el bolsillo del abrigo.

[B3rm3llon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora