(32) Ad perpetuam [rei memoriam] IV

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[glosario]

Boudin: Prostituta o mujer fea.

Espèce de raté: Alguien que es un fracaso.

Yank: Aquí se usa como relativo a una persona de Estados Unidos.

Domina: Latín. Significa "señora".

Gin tonic: De origen británico e indio, es un cóctel compuesto de ginebra y agua tónica.

Allez allez!: ¡Vamos!

Folie à deux: Locura de dos.

Just for a little blether: Una breve charla, nada más.

Moi?: ¿Yo?

[fin del glosario]



"Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que atares en la tierra, atado será en los cielos; y lo que desatares en la tierra, desatado será en los cielos."

(Mt 16:19 Sagrada Biblia, Edición XCVII)


       Me dije que no quise conservar nada de ustedes. Pese a ello te conservé a ti, Gertrude. Por línea sanguínea eras mi tía; aún con los inconvenientes que seguro te supuse, tú y Anselme fueron mis padres verdaderos. Si no hubiera sido por ti, jamás hubiera tomado un pincel. No hubiera conocido la blanda terrosidad del óleo.

       De no ser por ti, Gertrude, no me hubiera enterado del desentendimiento de mi madre biológica.

       Fueron palabras duras. Lo serían para cualquiera. A nadie le gusta ver revelada la propia condición de hija no deseada.

       Una cosa era que detestaras a tu hermana Darcey, la odiosa boudin, aquella espèce de raté, la desvergonzada que era un total fracaso, y otra bien distinta...

        ¿De verdad me lo merecía yo? ¿Saber a una corta edad que mi existencia era inválida?

        Te lo digo. Si no hubiera sido por refugiarme de ti y de tus desprecios, no habría empuñado yo un pincel. El párroco no se hubiese interesado por mí. A mis diez años, no habría hablado contigo y con Anselme sobre enviarme a estudiar a otro lugar. No hubieras accedido y yo no sería quien soy ahora.

       Si no hubiera sido por ti y por mí, Gertrude, ¿al amor de mi vida no lo amaría y odiaría yo a partes iguales, y estaría vivo y siendo feliz lejos de mí?

       Se dice que, estando en Roma, haz lo que los romanos.

       Para infortunio mío, «Victoire» no sonaba nada inglés. Yo no quería que me acosaran a preguntas bienintencionadas, puede que curiosas, pero preguntas al fin. Por mi apellido «Pembartier», en la Royal Academy School me sentía reducida en mi identidad a «esa chica francesa».

       A los dieciocho años, pues, me cambié el nombre. La piel. Renegué de ti y de Anselme. A más de un conocido tuyo, Gertrude, por ejemplo el pobre y bueno del párroco, díle yo la impresión de ingratitud. Como pude lavé mi sangre en las justísimas fuentes de los leguleyos. Envolviéronme los tinterillos con sus legajos, me transformaron en «Victoria Pemberton», artista ascendente en ciernes.

       Lo que no cambió en mí, fue la creencia de que las heridas se lamían con la lengua propia.

       Tampoco lo hizo mi raíz nominal original. Yo me merecía la victoria. La Diosa Tiqué sonrióme siempre; como si quisiera aliviarme de mis orígenes heterodoxos, como si deseara consolarme por el nulo amor de la mujer que estuvo destinada a gestarme. Con su divinidad me proveyó de ojo estético. Podía ver tensarse las hilachas de la belleza. Solo debía de tomarlas y entretejerlas a mi complacencia. Me imbuyó de una arrogancia terrenal que conseguía que el resto de los mortales se me postraran de hinojos.

[B3rm3llon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora