[glosario]
Good afternoon: Buenas tardes.
Bye: Adiós.
Welcome back!: ¡Bienvenido de vuelta!
See ya!: ¡Hasta luego!
Era già stato scritto: Ya estaba escrito.
[fin del glosario]
Estando de pie sobre la moqueta victoriana, Helen Lewis llamó a la puerta de la habitación 526, ¡quizás lo hice con demasiada fuerza!, espantóse ella, y echó una furtiva mirada a su izquierda.
Sabría Helen Lewis, aliviada, que la gobernanta Davies ni siquiera había notado su excesivo entusiasmo, pues a decididas zancadas se alejaba por el pasillo hacia la 523. Olivia Clark, a su lado frente a la puerta de la 525, le sonrió antes de exclamarle en voz baja:
—¡No creo que haya nadie en la tuya, Elle! —Por si las moscas, Elle volvió a tocar y, como no obtuvo respuesta, deslizó la tarjeta de acceso del servicio.
Mecíanse, con la ligera brisa, las opacas y descorridas cortinas del abierto balcón estilo francés. Aún con todo y sus tres semanas trabajando en el hotel, Elle, sabía ella, seguía siendo esa impresionable novata que se distraía por lo preciosas que eran las habitaciones de lujo con vista al mar. Ya fueran clásicas o de lujo o especiales o comunicadas, las adoraba, en particular, y saltaba de contento Elle la novata impresionable, le chiflaban aquellas habitaciones con los balcones como en forma de medio octágono alargado y sus onduladas balaustradas de negro hierro forjado.
Y la habitación 526, pensó la sonriente Helen mientras regresaba a toda prisa por el anuncio de la limpieza para colocarlo a la entrada, definitivamente es una de mis favoritas. Habiendo colocado el anuncio, al volverse y mirar de nuevo hacia el lecho, la recamarista soltó una risita porque las ropas de cama estaban hechas un desastre.
Su amiga Olivia, fueron compañeras novatas durante la capacitación de recamaristas del Grand Brighton Hotel, le había dicho muy seria durante la primera vez en la que entraron a limpiar y ordenar juntas una habitación, que de las camas tan revueltas solo se podía pensar una cosa, y esa cosa era que los huéspedes de seguro se habían divertido de lo lindo intercambiando fluidos.
Elle, al oír aquello, había reventado en una carcajada, y entonces, al estarse ahogando de la risa junto a Olivia, llegó la indignada señora Davies a echarles la bronca por su lamentable despliegue de escasa seriedad profesional, y les había prometido que estaría vigilándolas muuuy de cerca...
«Pues válgame, ¿así tan de cerca como los huéspedes estuvieron anoche o esta mañana?», murmuró Olivia al salir y alejarse Davis, y Elle debió de cubrirse la boca para no aullar en otra sincera y censurable carcajada.
Ojalá pudiera quedarme yo algún día en una de mis habitaciones favoritas, deseó por milésima ocasión, Elle la que se mordía la lengua para que no le echaran la bronca por reírse de los divertidos recuerdos de su capacitación para recamaristas.
Colocadas para formar con Ellie a los dos vértices superiores de la letra uve, le daban la espalda al abierto balcón francés: al ver desde la entrada a aquellas poltronas saludándola, Ellie pensó, en que pensaba siempre al verlas, en caramelos, humbugs de menta blanca a rayas rojas, ay, ¡cómo la derretían los humbugs!, y también al verlo, pensaba siempre en que ese color verde de la pared de detrás de la cabecera de la cama, uy, medio descolorido, no estaba segura de si se trataba de un verde salvia o guisante, sería el color de Boofuls si el pobre se encontrase en cama, algo enfermo y paliduch-
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[B3rm3llon]
General FictionAmélie Simone Batrezzio, de dieciocho años, ha superado sus problemas y conflictos de cría porque aprendió a no pudrirse por dentro con las palabras no dichas. Dejó de creer en el infierno del lore católico al que, en su infancia, pensó que iría por...