29. Vega

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Los centellantes ojos grises de Olive no podían separarse de esa palabra escrita en le sobre, su nombre “Draco” la única carta de su parte que había entre el montón  de cartas acumuladas que no leía desde su partida.

Sus dedos temblaron al tomarla, vacilando entre leerla o dejarla de lado, para empezar no entendía si quiera porque Draco le escribiría, no tenían nada que decirse, la duda la carcomía, podría ser algo malo como algo bueno. Suspiro, dejando de lado el sobre sellado porque no tenía nada que leer sobre él, y ella no tenía nada que contar. No había un punto intermedio sobre Draco, era amarlo u odiarlo, ya había hecho ambas con resultados desastrosos, entre menos supiera sobre él se sentiría mejor, o eso quería pensar.

Mentiría a si misma si se repetía millones de veces que no lo extrañaba, ¿Como no extrañarlo? A pesar de todo fue parte de su  vida, su felicidad y amor. Aquel descanso no solo le servía para meditar sobre su futuro, lo que se avecinaba en el mundo mágico, olvidar los rencores. Si alguna vez volvía  a ver a Draco estaría lista para perdonarlo, pero aún no era el momento. Por lo que su carta quedo relegada en el fondo de su baúl, junto con el anillo de las promesas rotas.

En cambio tomo la última carta de Daphne, las novedades de Hogwarts que no eran muchas, preguntas sobre su estado y cuando volvería, a decir verdad todas las cartas acumuladas trataban sobre lo mismo, preocupación de sus amigos, la monotonía del colegio y lo mucho que la extrañaban, Olive también los extrañaba y entendía su preocupación, casi dos meses en silencio, ninguna carta de su parte. Las únicas personas con las que pasaba sus días eran los gemelos Weasley quienes seguramente actualizarían a Harry sobre su bienestar, como miembros activos de la Orden entonces se sentía segura de abandonar el callejón Diagon al Londres Muggle. 

Otras de sus compañías constantes eran los dolores pelvicos y en sus pechos, aunque su vientre se encontraba abultado su condición lo escondía bastante bien bajo la ropa, sin embargo sus pechos comenzaban a incrementar de tamaño poco a poco resaltando del tal manera que opto por solo usar ropa holgada, acompañado de igual manera por los ya conocidos aleteos en su estomago con recientes y dolorosas patadas de parte de su pequeño.

Como en aquel momento que parecía despierto moviéndose de un lado a otro mientras ella escribía su primera carta a Daphne, aunque aquella vez se sentía diferente a sus patadas desacompasadas, a diferencia de estas, su estomago saltaba en movimientos rítmicos.

Suspiro ante la nueva sensación, sellando la carta de Daphne para enviarla en cuanto saliera de su habitación, tomando consigo una bolsa de galeones, dinero muggle y un abrigo para aquel día que pintaba friolento.

En cuanto la lechuza dejó la oficina de correos se encaminó a su nueva tienda favorita, como no serlo si pasaba la mayoría de sus tardes ayudando a los gemelos aún cuando ellos la obligaban a descansar.

—¿Estás lista? —preguntó Fred en cuanto la vio entrar, dejando de lado unas cajas de sus nuevos productos.

—La verdad es que no —confeso Olive con una sonrisa—. No tengo que ir realmente, apuesto que el bebe esta bien.

—No es una cuestión de querer, Hawk —replicó George—. Iras por tu bien y el del bebe.

Olive lanzó un bufido cansino, Fred y George se habían apoderado hacía poco de una carta de Madame Pomfrey donde le recomendaba revisiones constantes en San Mungo para verificar la salud del bebe, claro que Olive las ignoraba, no por negligencia pero se sentía mejor que nunca y su pequeño era más activo de lo que esperaba, así que decidió autodiagnosticarse leyendo libros sobre maternidad, elabroando pociones para verificar si algo iba mal. Pero Fred y George insistieron tanto en ir a San Mungo que Olive decidió darles gusto una vez. Así salió acompañada de Fred mientras George se encargaba de Sortilegios Weasley.

Reyes De Slytherin // Draco Malfoy (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora