2. Sola

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Sola. Así se sentía.

No solo era el sentimiento, estaba completamente sola desde que tenía memoria. La soledad era parte de ella, algo tan normal como respirar o parpadear. Ella misma podía decir que nació con un radiante color esperanzador el cual se fue apagando con el triste y desolador pasar de su tiempo, logrando que si vida fuera un lugar de puro sufrimiento, ajada, marchita hasta que su color fue desvaído y sombrío, asida de la mano del dolor. Todo el dolor, la soledad, las pesadillas de la desesperanza las había conocido gracias a su familia, a sus padres.

Fueron años de su vida los que invirtió en lograr algo de grandeza capaz de hacer que sus padres girarán a verla a la cara con un sentimiento positivo aflorando en sus rostros, lo que la había convertido en alguien ambiciosa, pero Olive Hawk sabía que no se trataba solo de eso.

Dedico su entera niñez a ser la niña perfecta y brillante que esperaban sus padres, alguien digna de admiración, la que se pondría en un pedestal robando las miradas ajenas y teniendo la absoluta atención que se merecía. Perfeccionando cada aspecto de su magia, podía tocar cualquier instrumento que le pusiesen en frente, era diestra en varias disciplinas tanto artísticas como físicas. Era superior a cualquiera, como se suponía que tenía ser una Hawk. Sin embargo, ser perfecta en todo no lograba aunque fuese una mínima pizca de atención de sus padres, de nadie en realidad.

¿Entonces de que valía tanto esfuerzo si el único que susurraba un cumplido era el viento con las almas de los muertos a su alrededor? ¿Y que había de la felicidad que nunca pudo conocer? ¿Dónde se encontraba y por qué la evadía cuando estaba bañada en llanto por su vida? Y la esperanza de un futuro más ameno no podía prender ninguna chispa de alegría, Olive sabía que para ella no había esperanza, ni felicidad, nada más que un eterno dolor con el que había aprendido a vivir. No le servía de nada seguir soñando imposibles esperando que eso se convirtiera en realidad.

Aunque su vida le escocía, cargo con ella pesando en su espalda. Soportando las burlas que llegaron al estar en Hogwarts lo que habría creído un lugar seguro. Sin importar lo mucho que se esforzara, lo "perfecta" que era. Siempre encontraban un defecto del cual burlarse aún si ellos mismos eran defectuosos.

El peor de todos; Draco Malfoy.

Aquel niño de rubio que no hacía más que despreciarla desde que se conocían, aquel niño de ojos grises que corto su cabello a una temprana edad, el muchacho desconsiderado que deseaba su muerte después de la de Cedric.

Olive lo había odiado por muchos, quería herirlo a ser posible hacerlo sangrar lágrimas como ella había llorado con cada insulto, cada broma, cada cosa que el hacía para lastimarla. Sin embargo encontró un camino más viable; la indiferencia porque significaba que ella no sentía nada por Draco, y ciertamente no lo sentía.

Fue después de la muerte de Cedric que dejó de esperar para ser feliz, dejar de vivir encerrada en el infierno en qué la habían puesto, dejar de corroerse por dentro como ácido. Ya había llorado suficientes lágrimas para crear un océano, y las lágrimas no le servían de nada.

Haber estado enamorada de Cedric no iba a hacerla vunerable nuevamente a otro ataque de amor del cual igualmente sufriría, pero estaba dispuesta a llevar su vida por otro camino cuando una noche se vio bajo la piel de un Ravenclaw con el bulto entre sus piernas apretándose contra ella. El camino donde era deseada por todos pero nadie era capaz de amarla.

A esas alturas de su vida, donde ni siquiera pintaba la esperanza, no podría importarle menos.

Su padre muerto tras fallar en el ministerio, y su madre, una alcohólica irremediable que estaba a nada de lanzar una moneda suicida. Ella sola, con la brisa golpeando sobre ella palabras que nadie más podría decirle.

Reyes De Slytherin // Draco Malfoy (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora