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—Señorita Gray

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—Señorita Gray. Por aquí, por favor —un empleado de Poe me indico subir al auto en la parte trasera. Por lo que veía sería mi chofer. —El señor Verne la espera en el lugar de su velada. Yo estaré a cargo de llevarla.

—Gracias —sin más le sonreí y disfrute del recorrido.

Nos adentrabamos a la carretera en el bosque de Asfil. Los pinos y árboles quedaban detrás junto con su oscuridad. No podía evitar el nerviosismo de mis piernas al temblar sin parar, pero, no quería arruinar algo al preguntarle al chofer a dónde nos dirigíamos exactamente. Quería que fuera una sorpresa en su totalidad, no por nada Poe lo había planeado así. 

Sonreí como una tonta a la ventana.  Podía ver mi reflejo en esta y a través la oscuridad del bosque. Fuera a dónde fuera que ibamos, sería un lugar privado.

No tardamos mucho en aparcar en un sitio muy poco iluminado, bajo el folloje de un gran árbol, indicaba la entrada a lo que parecía ser una cabaña.

El chofer abrió la puerta del auto por mi y me invito a bajar para seguido caminar por un sendero que era alumbrado por luces doradas.

El caminito nos adentraba al bosque, haciendo que rodearamos dicha cabaña.

—¡Pastelito! —saludo Poe levantandose de su asiento.

Una mesa con dos sillas, adornada con rosas rojas y un candelabro dorado se encontraba en medio de lo que era él jardín/patio trasero de la cabaña.

Poe rodeó aquella mesa y llegó hasta mi.

—Te estaba esperando. —extendió su mano para alcanzar la mía y así darle un beso al dorso.

—¿Qué es todo esto? —le pregunte con una sonrisa y volví a observar a mi alrededor. 

Un lugar decorado de manera intima y romántica como en las películas había. El aroma a pino y agua dulce. El cielo estrellado sobre nosotros. Él portando un traje negro y yo el vestido que dejo para mí. ¿Cuál era el motivo?

—¿Te gusta? Lo he hecho todo para ti —contesto él —Tu y yo, Pastelito. Esta noche nos pertenece.

Sus palabras y la manera en como sus labios las dominaban sobre el aire para que llegaran hasta mis oídos me embelesaba.

Era sorprendente la forma en como me dominaba con tan solo decir algo como aquello. Sonaba convincente, sonaba a aventura y quizá a peligro, pues siempre hay algo que arriesgar si de Poe Verne se trata, pero estaba dispuesta. Siempre me encontrarla dispuesta para él. 

—Claro que me gusta —respondí —Pero, ¿para que es todo esto?

Poe mordió su labio y sonrió para invitarme a la mesa.

—Sentemonos —y así lo hicimos —Bueno, Pastelito, no soy de usar esta frase porque se escucha algo siniestra pero igual la diré. Hice todo esto porque, tenemos que hablar.

AMBROSÍA | Poe & Padme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora