¿Quién diría que caería en aquel encanto de cabello rubio?
¿Quién diría que aquella mirada maliciosa al final me haría temblar y no por temerle?
¿Quién diría que el mundo de los novenos me engancharía y no por la razón que me atrajo a el?
Con Damián...
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Poe
Damián
Padme... Yo
O lo que quedaba de nosotros trás lo ocurrido.
La habitación estaba sumida en un silencio que agotaba. Me negaba a cerrar los ojos, ya bastaba de estar dormida.
El silencio asfixiante me llevo a ese momento gélido.
—¡No! —Poe ni siquiera pudo intervenir cuando...
Damián había atravesado mi piel con aquella jeringa, inyectando el líquido color carmesí. Pude verlo a través deltubillo transparente.
Primero sentí el frío líquido recorrer mis venas, y luego un dolor agonizante que a cada segundo aumentaba.
La piel me quemaba, sentía que en cualquier momento iba a explotar, como un volcán haciendo erupción.
Gemidos de dolor salieron de mi boca.
Y los recuerdos... ellos vinieron a mi como cascada, mostrándome los sucesos que mi mente había mantenido bloqueados hasta ese entonces. Yo sabía quién me había hecho esto, y podría haberlo dicho pero, me mantuve concentrada solo en mi dolor.
Tiré con fuerza de los grilletes que me ataban de manos y pies. La presión en mis muñecas era evidente y sabía que dejaría marca.
—¿Qué pasa? —pregunto una Eris alarmada.
Damián, impaciente me miraba con los ojos bien abiertos mientras que, Poe solo se tensaba apenas me veía sufriendo.
Era claro que ninguno sabía que estaba pasando.
—Es normal —hablo Danna —. El virus y su parte humana están luchando. Ganará el más fuerte. La dosis que le inyectamos ayudará a despertar al lado humano.
—Pero... —Poe se giro a verla casi espantado —¿Y si gana el lado noveno?
—Entonces le disparó a la cabeza —todos la miraron al instante —. De nada nos sirve que gane siendo novena si va a desatar el caos.
Incluso yo la mire alarmada.
Esto estaba jodido.
¿Yo podría ganar?
En esos momentos tuve tan poca fe en mi que...
Damián pareció leerme los pensamientos porque en ese momento me miró con decisión. Y sin decir nada solo me indico que hacer.
Él también estaba luchando.
Su mirada no se aparto de la mía cuando tomó otra jeringa y presiono la aguja en su piel, rasgandola un poco a su paso. Una pequeña gota de sangre escurrió por su brazo.
